Los videojuegos pueden ser estimulantes, entretenidos y motivadores, y por la mayoría de la gente no causa ningún problema. En el contexto adecuado y con un patrón de uso saludable, además pueden ser educativos, aumentar determinadas habilidades, mejorar la autoestima y relaciones sociales, así como ayudando a practicar idiomas, etc. Sin embargo, al mismo tiempo, alrededor del 3,05% de la población mundial, esta actividad puede convertirse en un trastorno (Stevens et al., 2020). Para prevenir el desarrollo del trastorno, debemos reconocer y prevenir el impacto negativo que pueden tener los videojuegos tener como consecuencia de un uso abusivo, especialmente en las primeras etapas de desarrollo, como la infancia y la adolescencia.