Mi maleta de cartón y yo (Desde mi habitación, volumen I, pág. 55)

maleta

Me voy a presentar:
Me llamo María del Carmen Pallas Seijo.
Nací el 31 de marzo de 1943, en la Rúa de San Pedro, nº 6, Santiago de Compostela. A Coruña.

Después de haber pasado los años, mi infancia, mi niñez, y parte de mi adolescencia, un día, paseando por la estación de Vigo, mi maleta de cartón y yo, me dije: “¿Por qué no cojo este tren llamado Xangai con rumbo desconocido?”.

Y así lo hice, con mi maleta, cargada de recuerdos, esperanzas e ilusiones, emprendimos viaje hacia ese rumbo desconocido.

Y veíamos cómo las estaciones pasaban, unos pasajeros subían, otros bajaban, unos reían, otros lloraban, y yo veía cómo mi terruña atrás se quedaba.

Con casi treinta horas de viaje, llega el final del trayecto, del rumbo desconocido, se llamaba Estación del Norte, Barcelona, y ahora hay que buscar alojamiento, empezamos a caminar, caminar y caminar, hasta que, de repente, encontramos una estatua con un hombre muy grandullón, y algo que con su dedo señalaba.

Y, en ese momento, a un buen señor, que por allí pasaba le pregunté quién era este señor y él me dijo “es Colón”, y lo que dice con el dedo.

¡Que si en Barcelona te quieres quedar, agua de la Fuente de Canaletas tienes que tomar! ¿Y eso dónde está?, subiendo hacia  arriba la encontrará. Así lo hicimos, y de aquella agua bebimos, pero, qué hechizo tiene esa agua, que nunca más, nunca más de Barcelona me pude marchar.

Han pasado los años, y residiendo en la barriada de Bellvitge, del municipio de Hospitalet.

Lugar campestre y agreste, que había  que hacer camino al andar, sorteando veredas para poder caminar, porque solo había dos calles, calle de la Ermita, y avenida de América, que era la mía.

Pero un día, alguien tuvo la brillante idea, de ceder sus tierras a nuestro municipio para edificar un hospital, para servicio público en la Feixa Llarga. 
Que alegría, yo no sé, cuántas o de cuántas regiones de España allí vivíamos o éramos, lo que sí sé es que ese día de alegría, los que éramos, todos, bailamos nuestros bailes regionales, de nuestras tierras.
Dicho todo esto, ahora vamos hablar (de ti). 

En el año 70, vi cómo pusieron tu primera piedra.

En el año 71, vi cómo el desbordamiento del Llobregat te inundó, pero tú dijiste, como dice la canción, resistiré, resistiré y ¡resististe! y en hospital te convertiste.

En el año 72 vi cómo te inauguraron y no tenías nombre, y aprovechando la visita de los Príncipes de España, te dieron su nombre, llamándote así, Hospital de Bellvitge, Príncipes de España, cuando en escuela de enfermería te convertiste, cuando empezaron a venir los especialistas, y los historiales que se hacían a mano (menuda faena). Y así han pasado los años y qué grande te hiciste.

Llega el año 81, con mi ingreso en la unidad de digestivo doce días. En el 85 vuelvo a ingresar en digestivo, esa vez diez días y, a partir de ahí, empiezan mis andares por estos lares.

Recorriendo todos los servicios médicos, y controles mamarios, primero, eran microcalcificaciones mamarias, luego nódulos, después, tumores cancerígenos.
Todo esto ha sido mi paso por el hospital, sin olvidar a mi querido Duran y Reynals y sus servicios, de Oncología.

En el año 93, fue mi primera operación de nódulo de carcinoma en la mama derecha; en el año 95, en la mama izquierda; en el 96, en la mama derecha de cáncer grado 3. Perdonen por no expresarme mejor, pero no tengo conocimientos médicos, digo esto por si no nombro o expreso bien algunas palabras.

Bueno, a partir de aquí me voy a limitar a darles las gracias a todos los doctores y doctoras, enfermeras y enfermeros, y a todo el servicio sanitario, todos los que han hecho que mi vida continuara.  

En primer lugar, a Don Azpeitía Palomino, médico cirujano, que con sus manos de Eminencia me salvó la vida, a pesar de todo el amor, perruno y gatuno, que nos profesa, vamos, cada vez que entraba al quirófano le decía: “Bueno, doctor, tiene usted la oportunidad de vengarse, y me respondía, en igualdad de condiciones”. 

Gracias, doctor, por sus buenas intenciones.
Este humilde poema se lo dediqué al servicio de Oncología, Unidad funcional de mama, Radioterapia y Braquiterapia. Y a todos sus colaboradores. 

Este poema en versión libre es reconocido como semifinalista en el Centro de Estudios poéticos de Madrid.

‘’Duran y Reynals’’

Con pena oculta yo,
tus pasillos recorría, Durán
en busca de un consuelo,
y una mano amiga.

Día tras día, hora tras hora,
como torrente mis lágrimas
se despeñaban por mis mejillas.

Durán, tú que testigo fuiste,
de mi lucha, alégrate de mi dicha                                          
aunque no estoy segura de
haber ganado la partida,
aún sigo buscando aquél
as de triunfo que me salve la vida.

Tiempos pasados,
dulces risas,
en mi alma dejaron huellas,
y en mi cuerpo cicatrices.
Como impulso de tanta enfermedad
las panochas de la vida se desgranan día, a día.

Y tan sólo quedan los recuerdos
preñados de la vida,
que avivan los dolores,
que en mi pecho siento,
ahondando, en mis heridas.

Hay canas en mi cabeza,
pobre incurable,
en mi otoñal vida.
Sueño que existe la eterna primavera,
cuando por las mañanas veo
los rayos del día.
     
Y a mi admirado, Don José Azpeitía, que en 2003 me hizo su última operación, y por eso en su día le dediqué esta humilde  poesía.
 
‘’El Qui-ro-fano’’

Debajo de aquellos focos,
en la camilla tendida,
esperando las órdenes,
de don Azpeitía, que empezase la comitiva.

Y yo, a Dios le pedía que no se le fuera la mano,
que fuera del Qui-ro-fano mi familia me esperaba,
para ir a celebrarlo.

Gracias, don Azpeitía, don Azpeitía Palomino
gracias por su trabajo,
esta servidora vive, porque usted, me ha operado.

Y a todos aquellos, que como usted
han contribuido a que mi salud se haya restablecido,
en especial, don Luis Prieto,
jefe de Radiología mamaria,
como patriota, era el que mejor me entendía
de esta servidora agradecida.

Soy una pobre analfabeta,
que me gusta juntar letras,
y con ellas, formar palabras, palabras, bonitas,
que salgan del corazón
y por ello no es necesario
ser licenciado en Filosofía ni letras,
de las que enseñan, la Universidad de la vida.
Que la vida misma es una poesía.
 
Y gracias a doña María García y a su equipo, responsables de mi última operación, de mastectomía bilateral, en 2013, y la responsable de mis controles, mil gracias.

Bueno, como en esta vida, todos venimos con fecha de caducidad, la mía, está a punto de caducar.

Por eso, mi ‘’maleta de cartón y yo’’ nos vamos en busca de aquel tren llamado Xangai.
A que nos lleve hacia rumbo desconocido, pero eso sí, con la maleta llena de dolores, recuerdos, e ilusiones cumplidas, pero, eso sí, antes tengo que hacer el camino de Santiago.


María del Carmen Pallas Seijo

 

Foto maleta: Clem Onojeghuo