Era el día antes de Navidad y por primera vez habíamos decidido celebrar las Navidades de una forma diferente. Alquilamos un apartamento en L’Escala para pasar las fiestas con la familia. Yo llevaba unos días resfriada, pero nada fuera de lo normal, era un simple resfriado. Cuando llegamos al apartamento, no lo disfrute mucho, ya que estaba tan cansada que me fui a dormir. Por la tarde jugamos al bingo, hicimos karaoke, preparamos la cena… Yo intentaba seguir el ritmo, pero se me hacía imposible, estaba demasiado cansada. Así que cuando cenamos decidí irme a dormir. Durante la noche me empezó a entrar un dolor en el pecho muy fuerte, iban pasando las horas y el dolor no paraba.
Eran las 6 de la mañana del día de Navidad, mi hermana y yo compartíamos habitación y como no quería despertarla, me fui al comedor para no hacer ruido, pasó una hora y el dolor cada vez era más fuerte, así que desperté a mis padres y en menos de 5 minutos ya estábamos saliendo dirección al CAP de l’Escala. Recuerdo que aparcamos en la calle de detrás del ambulatorio, no habría más de tres minutos caminando, fueron los tres minutos más largos de mi vida. No entendía cómo un resfriado me podía dejar tan cansada. Una vez en el CAP, me hicieron algunas pruebas y me explicaron que la bolsa que envuelve el corazón estaba inflamada y que tendría que ir al hospital de Figueres, pero me dijeron que no tenía que preocuparme porque eso se trataba con pastillas. Una vez en Figueres me pasé todo el día en un box de urgencias, mientras me hacían pruebas. Cada momento que pasaba yo me iba encontrando peor y me iba durmiendo. Recuerdo que mi madre me despertaba asustada cada vez que me dormía porque decía que no se notaba la respiración y efectivamente cada vez me costaba más respirar, hasta el punto de tener que ponerme oxígeno para ayudarme. El día seguía y yo iba empeorando, el resto del día lo tengo bastante borroso, pero me han explicado que mi padre se fue al apartamento a buscar a mi hermana y recoger las cosas. A mis padres les habían dicho que me mandarían para el hospital de Sant Celoni, al hospital de mi pueblo. Las horas iban pasando, mi padre y mi hermana me esperaban en el hospital de Sant Celoni, mientras que mi madre estaba en Figueres. Le explicaron que no podía ir a Sant Celoni porque lo que tenía no se podía tratar en ese hospital, pero que tampoco podía ir a Barcelona porque no iba a aguantar el viaje, así que me mandaron al Hospital Trueta de Girona.
En Girona fue donde me hicieron las primeras pruebas, analíticas y electros cada 10 minutos, era un no parar… No sé si es mejor o peor, pero yo estaba consciente y recuerdo todo o casi todo. Recuerdo que la habitación de Girona tenía una cámara justo enfrente, a mano derecha había una ventana donde se encontraba el helipuerto y de vez en cuando podía escuchar cómo aterrizaban los helicópteros. Mientras estaba en esa habitación, mis padres esperaban fuera impacientes y solo recibían malas noticias, ya que todos los pasos que seguían salían mal, yo no mejoraba. El último paso fue hacerme un drenaje para vaciar el corazón. Recuerdo el momento de entrar al quirófano, me despedí de mis padres y mi hermana y les dije que no se preocuparan que todo iba a ir bien. Una vez en el quirófano me pincharon varias veces para la anestesia, cada vez me ponían más, y si lo pienso todavía puedo notar la sensación que sentí al hacerme el drenaje. No recuerdo mucho más de eso, hasta el momento de salir, donde me encontré a mi familia esperando justo donde los había dejado. El hospital de Girona ya no podía hacer nada más por mí, hicieron todo lo que pudieron, pero mi corazón se estaba parando… Así que decidieron enviarme al Hospital de Bellvitge como última opción para hacerme un trasplante de corazón, si era necesario, pero si me enviaban hasta Bellvitge tenía que ser con un balón de contra-pulsación para ayudar a mi corazón a bombear. El viaje en ambulancia se hizo muy largo, pero al fin llegué. Mis padres llegaron antes que yo, ya que ese día hacia mucho viento y la ambulancia no podía correr mucho. Pero antes de subir a la ambulancia, los médicos les dijeron a mis padres que era posible que no llegara a Bellvitge, pero lo hice.
Poco recuerdo del momento en el que llegué a Bellvitge, lo primero que me viene a la mente es despertarme en una habitación azul, con un número en un cristal, era el 221, parecía como si estuviera en una nave espacial. Todo estaba lleno de cables, máquinas, además estaba rodeada de gente y recuerdo que me preguntaron: “¿Sabes dónde estás?”. En ese momento pensaba que estaba soñando, no sabía que estaba pasando, ni dónde estaba, ni quién era esa gente…Tenía vías y cables por todo el cuerpo, así que empecé a sacarlos, hasta que pudieron pararme. Supongo que después de eso me durmieron porque ya no recuerdo nada más hasta que volví a despertar y me hicieron la misma pregunta: “¿Sabes dónde estás?”. Esta vez asentí y dije que estaba en el hospital. El rato iba pasando, estaba muy desorientada, pero poco a poco todo iba teniendo sentido y empecé a recordar. Por fin pude ver a mi familia, ellos esperaban fuera sin saber lo que me había pasado hacía unos minutos, así que cuando me vieron y se dieron cuenta de que tenía las manos atadas les impactó.
Los médicos iban probando diferentes tratamientos antes de recurrir a la última opción, al principio ninguno daba resultado, pero finalmente pudieron encontrar el que necesitaba y a los dos días de estar en la UCI me fui encontrando mejor. Mi corazón estaba lleno de líquido, al igual que mis pulmones, no podía respirar por mi cuenta, pero poco a poco iba desapareciendo. A los quince días pude quitarme las mascarillas y empezar a respirar por mi cuenta y el corazón estaba vacío completamente. Lo mejor de todo es que no me han quedado secuelas y poco a poco podré dejar el tratamiento. Estas Navidades no han sido como esperaba, no las repetiría nunca, pero ha sido una experiencia diferente, tanto para mí, como para la gente que me rodea. Dicen que todo se ha quedado en un susto, que lo olvide, pero yo creo que es algo no voy a olvidar jamás. No ha sido una buena experiencia, pero me ha hecho crecer y darme cuenta de cosas que no me hubiera dado cuenta antes, cosas que pasan desapercibidas. Llevamos una vida de estrés y no le damos importancia a cosas a las que deberíamos dárselas. ¡Tenemos que vivir más el momento porque un día puedes estar y al siguiente no, tenemos que aprender a vivir!
PD: Este relato no solo me ha ayudado a que las horas pasaran más rápido en el hospital, sino que también es una forma de poder contar mi historia y a la vez dar las gracias a todo el equipo de médicos, enfermeros, auxiliares… del hospital de Bellvitge, de una forma diferente.
Davinia Maldonado Gómez