“Viajar en moto hace que estés dentro del paisaje que recorres, y no mirándolo detrás de un cristal”
- ¿Recuerdas cuándo arranca tu pasión por las motos?
- Pues de niño, como en otros muchos casos. Entonces, cuando tienes 16 años sueñas con tu primera moto. Y se cumplió, porque desde los 16 años hay muy pocos meses en los que no haya ido en moto
- Y luego se conjuga con una segunda pasión…
-Si, la de los viajes, que en un primer momento fueron sin vehículo, en los veranos sobre todo. Pero entonces llego un momento de conjunción astral en el verano de 2010, para el que no tenía nada planeado. Aquel año decidí coger la moto y hacer el viaje por excelencia que todos los moteros tienen en la cabeza: Cabo Norte, en Noruega, el punto más septentrional de Europa. Para mí fue como una superaventura. Tenía contactos en la revista especializada Solo Moto, para la que había escrito reportajes sobre alguna prueba de motos, e incluso llegué a tener un cierto patrocinio para aquel viaje, con el compromiso de publicar luego algunos artículos. En ese momento también decidí empezar a hacer un blog para explicar lo que me iba pasando. Y así empezó todo. En el año 2010 se unen las dos pasiones y casi de una manera obsesiva, porque cada año hacía más de 50.000 km en moto, aparte de los ordinarios de cada día. Después escribí un libro sobre ese primer viaje, En busca del Norte, que en una primera parte es una crónica sobre la experiencia del viaje y en una segunda parte es una guía con información práctica para todos aquellos que quisieran hacer ese mismo viaje en moto.
- ¿Y a partir de entonces?
- Después de aquel viaje, pensé que me lo había pasado tan bien que había que repetirlo y a partir de ahí prácticamente cada fin de semana salía de ruta por España y en verano hacía un viaje grande. Mi novia en aquel entonces, hoy mi esposa, empezó a acompañarme también. Al año siguiente fuimos a Turquía, un viaje de 30 días constantemente en moto. Luego ella se compró una moto de 125 cc y volvimos a Cabo Norte. En definitiva, hoy llevo visitados cerca de 40 países de Europa, y a Cabo Norte ya llevo cuatro viajes hechos.
- ¿Con cuántas motos has viajado hasta ahora?
- La primera, con la que fui a Cabo Norte, la vendí enseguida porque me di cuenta que era muy incómoda para grandes viajes, y a partir de entonces he tenido otras tres. Una la vendí con 180.000 km, la otra es la que tengo para venir a trabajar, que tiene 250.000, y por último, está con la que viajo ahora, que tiene 50.000 km.
- ¿Qué tienen de diferente estos grandes viajes en moto?
Dos cosas fundamentales. La primera es la transición. Un viaje típico que hemos hecho varias veces porque es espectacular, hasta Turquía, supone atravesar muchos ambientes diferentes, pero no se trata de un viaje en el tiempo y en el espacio que hagas en el avión, que te sitúa en el destino de golpe, sino que lo vas haciendo gradualmente y eso te da una idea espectacular de cada territorio, incluso de lo que es el ser humano. En este viaje a Turquía, por ejemplo, ves como los elementos occidentales van desapareciendo de forma progresiva, estás en la zona de los Balcanes y ves una realidad muy diferente, y después en Rumanía otra diferente, y luego vas a Suiza y el escenario cambia de forma radical. Y todo ese proceso se produce de forma transicional. En segundo lugar, ir en moto hace que estés dentro del paisaje, no estás mirándolo detrás de un cristal; cuando hace frio, hace frio; cuando llueve, llueve y cuando huele a romero, huele a romero. Y esto no se puede conseguir de otra manera. Además, para la gente que encuentras no eres un personaje agresivo, sino que más bien estás indefenso. En Albania, por ejemplo, hace diez años, yo era el viajero indefenso con la moto, pedía ayuda a un campesino porque el GPS no funcionaba o si tenía problemas con el mapa y me ayudaba. En definitiva, es la manera más fácil de integrarse con lo que estás viendo.
- Has estado en Cabo Norte cuatro veces…
Los cuatro viajes a Cabo Norte han sido muy diferentes. El primero porque fui yo solo, un viaje iniciático. El segundo porque fue un viaje de aventura, en invierno, con temperaturas de 24 grados bajo cero y con 3.000 km para recorrer encima del hielo. El tercer viaje fue con mi mujer, yo iba con una moto grande, y en el cuarto fui como guía de grupo.
¿Cómo se gestó ese gran viaje de aventura?
- Surgió en 2013 como una de esas ideas locas ¿por qué no vamos allí a ver las auroras boreales? ‘Pues venga, vamos’, y como ya teníamos contactos la cosa fue creciendo: pedí una excedencia de tres meses; una empresa de seguros nos patrocinó el viaje, otras nos prestó las motos y una tercera nos ofreció un coche de soporte. Esta organización también supuso algunas restricciones en cuanto a lo que podíamos comunicar y cuando hacerlo. Siempre he tenido una relación de amor-odio con las redes sociales, porque me gusta expresar lo que siento, pero también preservar mi intimidad, y a veces es muy complicado conseguir las dos cosas. Hicimos un blog diario y guardé todos los datos, videos que realizamos y una vez prescritos los contratos comencé a preparar el libro que salió el año pasado, 24 grados bajo cero. Soy muy lento escribiendo, he tardado 10 años en escribir el libro! y porqué me obligué a acabarlo para que se publicase coincidiendo con el décimo aniversario. Tengo muchas ideas en la cabeza, pero cuando llega el fin de semana a la hora de sentarme a escribirlas prefiero coger la moto!
- ¿Cuál fue el peor percance en ese viaje?
-Buena parte de la noción de aventura está en nuestra cabeza. Teníamos un coche de apoyo por si nos pasaba algo, pensaba que me iba a caer varias veces cada día en el hielo a pesar de llevar neumáticos con clavos… en fin, pensaba que sería un absoluto desastre, pero después, la vida transcurre allí igual que aquí: la gente circula con sus vehículos, si te pasa algo enseguida pasan diez coches, los camiones siguen pasando… quizás no hacía falta tanta parafernalia. Dicho esto, si hubo alguna caída. Me hice un esguince de tobillo en Estonia que hizo peligrar que pudiera seguir en la moto, pero finalmente pude continuar y poco más… El frio tampoco fue problemático, porque tal y como dice un refrán noruego el frio no existe, sólo existe una persona mal abrigada. Llevábamos trajes calefactados con resistencias que iban conectadas a la moto. A nivel técnico, el día más complicado fue uno en que estábamos a 24 grados bajo cero -hubo controversia entre los miembros de la expedición en cuanto a la temperatura, porque desde el coche decían que eran 32 bajo cero-, en cualquier caso hacía mucho frio y se nos empañaba la visera del casco. Hay sistemas para impedirlo, pero cuando hace mucho frio, no funcionan. Si esto nos pasa aquí, bajas la visera, se equiparan temperatura interior y exterior y listo! pero allí al hacerlo se formaba una película de hielo que no se podía eliminar. Si levantabas la visera eso hacía que fuera imposible bajarla otra vez, y 24 grados bajo cero a 60 km por hora provocaron que tuviéramos que parar cada 20 minutos
- ¿Estás dispuesto a afrontar nuevas aventuras de estas dimensiones?
-Hemos bajado un poco el nivel por diferentes circunstancias relacionadas con la salud y la pandemia también fue un frenazo, aunque desde entonces si hemos hecho algún viaje largo. En cuanto al nivel de aventura, el perfil ya más bajo, porque tienes una edad como para jugártela. Queremos volver a Noruega con más tranquilidad y a los países bálticos. Generalmente pensamos siempre en Europa porque me gusta la sensación de salir de casa con la moto, aunque también tenemos el proyecto de recorrer Vietnam, comprando la moto allí.
- En los últimos años tus publicaciones se han enriquecido con cuadernos de viaje…
Llegué a suspender dibujo en EGB, no pintaba ni dibujaba bien, pero después empecé a interesarme por la técnica hasta que llegue a un punto que creo que está muy bien para documentar los viajes. Cada uno de mis viajes está recogido en un diario, en un cuaderno, y la idea inicial era hacer estos dibujos a partir de una foto de los lugares que visitamos en cada punto, que no son demasiados. En cada viaje preferimos ver unas pocas cosas, no hacerlos exhaustivos, y volver más adelante para ver otro puñado de lugares. Es una manera de viajar peculiar, que necesita de un tránsito continuado.