Un estudio genético de más de medio millón de pacientes del International Suicide Genetics Consortium, con la participación del IDIBELL y del Hospital Universitario de Bellvitge, ha identificado dos nuevas variantes relacionadas con el riesgo de intento de suicidio.
Por primera vez, una de las variantes identificadas no está relacionada con los trastornos psiquiátricos y contribuiría a través de otros factores como el tabaquismo, el insomnio, o la propensión a tomar riesgos. Aunque todavía es pronto para darles una aplicación clínica, estos descubrimientos contribuyen a aclarar los mecanismos biológicos asociados al suicidio.
El suicidio se ha convertido en un problema de salud pública global y ya es una de las principales causas de muerte, con casi un millón de casos por año en todo el mundo. Se estima que entre un 0,5 y un 5% de la población realizará un intento de suicidio a lo largo de su vida. Entre los factores de riesgo hay principalmente algunos trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia, la depresión endógena o los trastornos alimentarios, pero también juegan un papel importante, las afectaciones del sueño, el tabaquismo o las situaciones estresantes, todos ellos factores que pueden estar condicionados por la genética.
Ahora, el análisis del todo el genoma de más medio millón de personas ha identificado dos nuevas variantes genéticas asociadas con los intentos de suicidio. Estas variantes corresponden a un gen codificante para un importante receptor del sistema inmunitario y están situadas en una región de la que aún se desconoce su función. Los resultados se han publicado recientemente en la revista Biological Psychiatry.
El estudio del Internatinal Suicide Genetics Consortium, en el que participan el Dr. Fernando Fernández-Aranda y la Dra. Susana Jimenez-Murcia, investigadores principales del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), jefes de la Unidad de Trastornos Alimentarios y de la Unidad de Adicciones Conductuales del Hospital Universitario de Bellvitge respectivamente, miembros del CIBEROBN (Red de Excelencia sobre Obesidad y Nutrición del ISCIII), y profesores en la Universidad de Barcelona, muestra que la variante situada en la región de función desconocida contribuye al componente genético del suicidio, sin estar relacionada con ningún trastorno psiquiátrico.
Este trabajo, con una muestra cinco veces superior a la de los estudios previos, pretende diferenciar las causas genéticas del suicidio de las de los trastornos psiquiátricos y así caracterizar las relaciones entre el suicidio, los trastornos psiquiátricos y otros factores de riesgo. En el estudio también han colaborado el Hospital de la Vall d'Hebron y la Universidad de Barcelona.
El Dr. Fernández-Aranda apunta: “Es muy importante tener en cuenta que desentrañar el riesgo genético actualmente no significa poder predecir el riesgo de suicidio, sería muy prematuro. Nos falta todavía información para poder utilizar estos resultados en la práctica clínica. Hacerlo ahora podría ser peligroso para los pacientes”.
Genética compartida y no compartida del suicidio y los trastornos psiquiátricos
Según los estudios realizados hasta el momento, se cree que entre el 17% y el 55% del riesgo de suicidio tendría una etiología genética y por lo tanto, se podría heredar de padres a hijos. Una parte de este porcentaje estaría relacionado con la heredabilidad de trastornos psiquiátricos pero otra parte desconocida podría estar relacionada con otros factores de riesgo aún por determinar, como factores ambientales y rasgos de personalidad.
El gran tamaño muestral de este estudio ha permitido descifrar que la contribución genética de los intentos de suicidio, no relacionada con los trastornos psiquiátricos, sí está asociada a otros factores de riesgo como el insomnio, el tabaquismo o la propensión a tomar riesgos.
“Conocer qué genes están relacionados y si estos genes también están implicados en otras enfermedades, nos permite ir dibujando paulatinamente el mapa de mecanismos biológicos asociados a los intentos de suicidio. La información que extraigamos de éste y estudios futuros nos ayudarán a evaluar su utilidad clínica”, concluyen el Dr. Fernández-Aranda y la Dra. Susana Jimenez-Murcia.