"Los conservatorios no deberían orientarse solo a formar a virtuosos”
Isabel Cachón trabaja en nuestro hospital como facultativa especialista en bioquímica clínica del Laboratorio Clínico Territorial Metropolitana Sur. Pero muchos de nosotros la hemos conocido por sus colaboraciones como violinista en diversos actos del 50º aniversario de nuestro centro. En esta entrevista nos explica cómo su relación con el violín es mucho más que una simple afición: desde los cinco años ha seguido una formación muy sólida en este instrumento que le ha preparado para dedicarse profesionalmente y, de hecho, ha formado parte de diversas orquestas sinfónicas y ha actuado también en grupos de cámara y como solista.
– Hoy queremos hablar contigo sobre música, pero querría antes saber algo de cuál es tu tarea diaria como especialista en bioquímica clínica.
– A diferencia de la mayoría de facultativos especialistas, que son médicos, yo soy farmacéutica de formación. Algunos farmacéuticos ejercemos de facultativos especialistas en servicios transversales como el Servicio de Farmacia o el Laboratorio Clínico. En mi caso, formo parte de la sección de Core Bioquímica y nos encargamos, dicho de forma muy resumida, de llevar a cabo y controlar la calidad de todo el proceso de las pruebas de bioquímica, como pruebas de glucosa, creatinina o colesterol, entre otras.
– ¿Y cómo empezó tu afición a la música? ¿Vienes de una familia de músicos?
– En mi familia no había ningún músico, pero, después de mí, dos de mis primos han estudiado música. Yo he nacido en Santander y he crecido en un pueblo de Asturias. A los cinco años, mi madre quería apuntarme a alguna segunda actividad y concretamente había pensado en apuntarme al ajedrez. Pero en mi pueblo no había esa posibilidad, por lo que al final me inscribió en la escuela de música. De entrada a mí me atraía estudiar flauta travesera, pero sólo había violín y piano. Entonces elegí el piano, pero los profesores me recomendaron el violín porque me lo pasaría mejor ensayando en grupo con otros alumnos. Así que me pasé en el violín. Sin embargo, al año siguiente empecé también el piano, y estuve compaginando los dos instrumentos durante un tiempo, hasta que al final me especialicé en violín.
–¿Hasta dónde llegaste en los estudios?
– Vine a Cataluña precisamente a cursar el grado superior de violín en la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC). Sin embargo, por lo que siempre se dice de las dificultades para ganarse la vida con la música, al mismo tiempo empecé a estudiar la carrera de Medicina. Aun así, al cabo de dos cursos tuve que dejar Medicina porque el violín me exigía mucho tiempo y dedicación.
– ¿Cuántas horas diarias le dedicabas?
– En esos años, podemos decir que era una dedicación completa. Si sumamos las clases, los ensayos en grupo y las horas de estudio individual, serían al menos cinco o seis horas diarias.
– ¿No es frustrante tanta exigencia y tantos años para dominar bien un instrumento y que después muy pocos puedan ganarse la vida?
– Es que esto seguramente no está bien enfocado. Aquí los conservatorios te meten mucho en la cabeza que debes llegar a ser un gran virtuoso o nada, lo que genera muchas frustraciones. Otros países con mayor cultura musical, como Alemania, tienen más asumido que hay que preparar a los estudiantes para muchas posibilidades. La mayoría no realizarán una carrera de solista pero podrán tocar en una orquesta, o en un grupo de música, o hacer de profesores, o escribir sobre música, o actuar a nivel semiprofesional o amateur. Aquí debería tenerse una visión más amplia al respecto.
– ¿Qué hiciste al terminar los estudios musicales?
– Empecé a buscar trabajo de violinista profesional, pero al mismo tiempo pensé que, pasado el momento álgido de los estudios, ahora sí tendría tiempo para cursar otra carrera. Los estudios de Medicina son difíciles de compaginar con el trabajo como violinista porque tienen muchas prácticas presenciales obligatorias, pero los de Farmacia son más adaptables en cuanto a prácticas y por eso me incliné por Farmacia. Después estudié para hacer el FIR, empecé la residencia en el Hospital de Bellvitge, y aquí sigo nueve años después como facultativa especialista.
– Y, mientras, ¿te estuviste dedicando profesionalmente a la música?
– Sí, el violín fue mi profesión durante un tiempo. He tocado en la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo, en la Orquesta Sinfónica de Euskadi y en la Orquesta Sinfónica de Navarra. Con ellos hice conciertos y óperas concretas con contratos temporales. También he sido solista con la Joven Orquesta Julián Orbón de Avilés, con la que hice giras por países como Italia, Alemania o Suiza. Y he actuado en un trío de cámara con la Orquesta del Conservatorio del Liceu y otras formaciones. También participé en algunos concursos de violín y música de cámara y gané algunos premios. Todas ellas fueron experiencias positivas. Pero como decías, en este país es difícil vivir de la música. Piensa que en ese momento en toda España se convocaba una sola plaza fija al año de violinista. Además, en el 2009, cuando terminé estudios, era cuando empezaba la crisis económica. Al final, lo que me ha dado una vida estable es el trabajo en ese hospital.
– Pero la vida musical sigue contigo.
– Sí, por supuesto, continúa conmigo y no me arrepiento de mi formación y trayectoria y de cómo me han ido las cosas. Desde septiembre de 2022, formo parte de la Sinfónica Tekhné. Es un proyecto muy bonito de orquesta amateur que intenta llenar el vacío que existe para este tipo de personas bien formadas y con muchas ganas de hacer música que no tenemos una dedicación profesional. Es un tipo de iniciativa bastante habitual en países como Alemania, pero aquí no se ve demasiado. Esta orquesta se rige con un modelo asambleario y ya tiene nueve años de vida, y la verdad es que es lo pasamos muy bien.
– ¿Qué autores y estilos musicales te gustan más?
– Evidentemente, por mi formación y trayectoria, me gusta mucho la música clásica. Bach es uno de mis autores favoritos pero también todos los grandes compositores del Romanticismo. Aparte de eso, también escucho mucha música moderna, y estoy muy abierta a todas las épocas y estilos.
– ¿Y escribes música?
– No me he dedicado a componer. A mí lo que más me gusta es tocar. No sé si tengo tanta creatividad como para dedicarme a la composición.
– Recientemente has actuado en directo en algunos eventos del hospital. ¿Crees que es necesario incorporar más música a la actividad de nuestro centro?
– Sí, me invitaron a participar sobre todo en algunos de los actos del 50 aniversario del hospital. Todas las veces me encantó. Creo que la música aporta un punto de distensión y emoción a los actos que es muy bien recibido por todos. También valoro muy positivamente el proyecto Música en Vena de nuestro hospital, que acerca a los artistas a los pacientes. De hecho, el tema de la relación entre música y salud siempre me ha interesado mucho. Existen muchos estudios que demuestran las ventajas de la musicoterapia. No me importaría trabajar en algún proyecto de este ámbito si puedo ser de alguna ayuda. Por mi parte, estoy más que dispuesta.
– ¿Qué sería para ti la vida sin música?
– No me lo imagino. Desde los cinco años ha formado parte de mi vida. Y es a lo que he dedicado más tiempo en la vida, más que lo que he dedicado a la bioquímica clínica. Creo que la música gusta prácticamente a todo el mundo, está presente en todas partes. No me imagino el mundo sin música.