"El reloj es el observador del paso de nuestra vida"
Tras obtener el título de técnico en mantenimiento y reparación de relojes y un año de prácticas, Fedor Martínez ha convertido el trabajo con cada reloj que llega a sus manos en mucho más que la intervención técnica de un profesional. Asegura que antes de destapar el mecanismo debe conocer la historia de ese reloj, las manos o las muñecas por las que ha pasado y si es posible el origen de sus cicatrices.
- ¿Qué es para ti un reloj?
Como usuario te diría que es como un pantalón, no puedo salir de casa sin él. Y como relojero, si funciona es un ingenio mecánico, y si no funciona, es un reto.
- Has llegado hasta aquí desde un perfil profesional bastante diferente...
He tenido suerte de que para el trabajo como técnico que había llevado a cabo en ingenierías del sector de la alta tensión durante 26 años era necesario ser algo meticuloso, ordenado y organizado. La relojería es algo muy similar, pero en un tamaño más microscópico. Con posterioridad y después de llevar nueve años trabajando como delineante aquí en Bellvitge necesitaba algo más y un día charlando con un compañero me comentó que la única escuela oficial de relojería de todo el Estado se encontraba aquí en Barcelona, en la Zona Franca, el Instituto de la Mercè. Fui a la jornada de puertas abiertas, me atrajo y me apunté en 2021.
- ¿Cómo encaraste una formación de dos años como ésta?
El primer curso trabajas con relojes de diferentes dimensiones y entonces los resultados y comentarios del profesor, Xavier Tomàs, me empezaron a animar. En 2º ya empiezas a trabajar con un reloj de bolsillo y terminas con uno de los que antes se llamaba reloj de señora muy pequeñito. Los comentarios de otro profesor, Javier Martínez, seguían siendo muy positivos y llegaron entonces las prácticas finales, que inicialmente debían ser de 5 o 6 meses y se convirtieron en un año entero. Tuve la suerte de hacer las prácticas en El péndol, con el relojero Joan Domènech, que tiene 68 años y lleva trabajando desde los 17. Trabaja solo, y estábamos en el taller él y yo y me iba dando relojes y más relojes. Fue como tener un profesor particular a su lado durante todo un año. Es un maestro que no vende relojes, sólo repara los de alta gama. De modo que he aprendido muchísimo con él.
- ¿Y antes de poner en marcha tu formación, los relojes te interesaban de forma especial?
La relojería me había llamado la atención desde un punto de vista mecánico, ya que en la ingeniería en la que trabajaba ya veía cosas de montajes electromecánicos. No era una inquietud anterior que tuviera, pero en ese momento sí que vi que quizás aquello era lo que estaba buscando. Y cuando un señor con 50 años de experiencia te dice que le gustaría que trabajaras con él, pues empiezas a plantearte que puedes dedicarte a él.
- ¿Y como usuario o propietario de relojes?
Sólo tengo cinco relojes personales; me tiene que entrar mucho por la vista un reloj para que me lo quiera comprar, porque sobre todo me interesa lo que hay dentro, y da igual si es un reloj sencillo o más complicado. Si debe repararse el objetivo es conseguir que el reloj funcione y que la persona quede satisfecha.
- A este objetivo, que parece muy sencillo, le has dado alguna vuelta, sin embargo...
Cuando acepto un encargo debo incorporarme ese reloj, pienso que lo arreglo para mí y entonces pregunto: de quién es ese reloj, por qué manos ha pasado, intento rehacer un poco la historia de ese reloj. De esta forma trabajas teniendo presente la historia de ese reloj y la relación que tiene con él su propietario. Todo esto me ayuda mucho y hace que cuando compro un reloj en los Encantes o por wallapop, me invente su historia.
- ¿Tu trabajo de fin de grado es una buena muestra de esta biografía del reloj que quieres trazar?
El reloj objeto de mi trabajo de fin de curso era de un ferroviario. De él pasó durante la Guerra Civil a un brigadista que cruzó la frontera de Extremadura a Portugal. De allí se marchó a Gran Bretaña y de allí a Estados Unidos. Después participó en la 2a Guerra Mundial. Luego el reloj volvió a manos del ferroviario y finalmente me llegó a mí. Ésta es la historia que me inventé sobre el reloj, que compré por 5 euros a un señor de Lleida que no tenía mucha información sobre su origen, pero yo necesitaba involucrarme con este reloj. Todo esto que cuento es ficción, pero necesitaba implicarme más con la pieza, porque sino no dejaba de ser solo una máquina para arreglar. Puedes inventarlas, pero estas historias existen y cuando pregunto me las cuentan.
- Y acompañas la reparación de un informe muy singular...
Normalmente se realizan unos informes más técnicos que históricos, de sólo tres o cuatro páginas. Ofrezco a los clientes la posibilidad de realizar estos informes, y en muchas ocasiones se los regalo, con una descripción previa del estado del reloj; del contexto histórico, si es relevante; de los detalles de la reparación o restauración, y en algunos casos del recorrido que ha hecho la pieza antes de llegar a mis manos. Sino, me queda cojo entregar sólo el reloj reparado.
- ¿Tienes alguna historia real que te haya llegado de la mano de un reloj?
Una vez compré un reloj por 5 euros. Tuve la oportunidad de hablar con el vendedor, quien me explicó que el reloj había sido de su madre, que había llegado muy joven a Barcelona para servir en una casa. La señora de la casa le dio aquel reloj de sobremesa como regalo de boda y desde entonces había estado con ella. Le daba cuerda cada dos o tres días y el señor me contaba que al ver el reloj le recordaba de forma repetida a su madre. Le expliqué que el valor del reloj era muy superior al precio por el que me lo vendía, pero sin embargo me insistió para que me lo quedara, que estaba seguro de que yo lo cuidaría.
- ¿Después del Institut de la Mercè estabas convencido de que querías crecer como relojero?
Cuando la persona que te ha orientado en las prácticas, con 50 años de experiencia, te dice que tienes sensibilidad y cuidado para los relojes, que podrías dedicarte es cuando empiezo a montar un pequeño taller en casa de mi madre, en mi antigua habitación, donde ahora tengo tres mesitas para trabajar diferentes cosas. Entonces empiezan a salir encargos y piensas, “ostras, si esto me hubiera ocurrido hace 10 o 15 años probablemente sería relojero. Y el trabajo va viniendo, normalmente por el boca a boca. Por ejemplo, me llegó una señora de Lugo, que había venido a visitar a su hija, con un reloj sencillo pero al que tenía mucho cariño por si podá hacer algo, le hice una limpieza con ultrasonidos y le cambié las agujas. Cuando se lo entregué, no se lo creía. Está nuevo, decía, y se comprometió a traer otros relojes suyos y de sus amigas en su próxima visita.
- Y así surgió el Taller de Poesía Micromécánica, un nombre fantástico...
El relojero de El Pèndol con el que hice las prácticas tiene una media de siete relojes diarios, con intervenciones que pueden ir desde cambiar la pila hasta desmontar un reloj entero. Entonces, cuando veía que yo me miraba y remiraba un reloj que acababa de llegar me decía: 'Fedor, le pones demasiada poesía a los relojes, tienes que ser más práctico'.
- Y realmente el desarrollo de muchos de tus encargos tiene ingredientes casi literarios...
Según las características de un proyecto nuevo puedo estarme un par de meses pensando en cómo abordarlo antes de ponerme de forma práctica. Por ejemplo, una compañera de trabajo me trajo el reloj de su abuela que quería reparar con piezas originales y tardé casi tres meses en encontrar una pieza que tenía rota; es un reloj de los años 60 y no hay nuevas piezas. Finalmente encontré a un señor en Italia que tenía la pieza. Incluso no le cambié el cristal original, solo lo pulí, porque quería conservarlo.
- ¿El coleccionismo tiene una cierta obsesión por las piezas originales?
Soy partidario de los relojes que han permanecido en buen estado en el tiempo, de forma que cuando te llegan son antiguos, no viejos. Por eso no debemos obsesionarnos con las piezas originales, si tienes un coche de los años 50 y le diste un golpe en 1955, es normal que lo repararas y lo pintaras de nuevo, eso quiere decir que lo has cuidado. La gente puede ser no consciente de que debe hacerse un mantenimiento de los relojes cada cinco o siete años como máximo, para limpiarlo, ponerle aceites nuevos, etc. Sino, cuando llevas a arreglar el reloj del abuelo te dicen que el precio es muy alto porque no se le había hecho ningún mantenimiento y el reloj se queda en un cajón, o se vende a wallapop por 50 euros...
- ¿El mantenimiento es la clave entonces?
Los relojes mecánicos, sino los maltratas, pueden funcionar durante generaciones. El reloj de mi trabajo de fin de curso es de 1930, casi tiene cien años y se pudo reparar, con un reloj de cuarzo seguramente esto no sería posible. Y si no encuentras la pieza original que te hace falta, puedes fabricarla. Hay gente especializada sólo en esto, o en esferas, y sólo hay tres o cuatro talleres en Barcelona que puedan hacerlo.
- ¿La de relojero es una profesión cada vez más minoritaria?
Es cierto que van cerrando talleres de relojería, pero también lo es que se están formando nuevos profesionales. De hecho, en el Instituto de la Mercè este año optaron a las plazas una treintena de personas, de las que finalmente se han quedado 15, pero es que antes optaban 15 y se quedaban 9 o 10. Puede que esto responda a que se está volviendo a entender un poco el sentido de lo que es un reloj. Lo comparo un poco con lo que es un teléfono móvil y un smartphone de última generación, que utilizas para todo menos para hablar. Pues con los relojes ocurre algo parecido, estamos ahora con los relojes inteligentes, que nosotros no llamamos relojes porque no lo son, sino que son una herramienta que hace muchas cosas y además te puede dar la hora, pero ni siquiera es un cuarzo, no tiene partes mecánicas, son circuitos integrados.
- ¿Crees que volveremos a recuperar los relojes clásicos de esfera?
La gente está empezando a valorar de nuevo lo que es un reloj. A mi hijo mayor, por ejemplo, le regalé un Tissot cuando cumplió 18 años, y vuelvo un poco a la historia que yo me invento: cuando era pequeño, mi tío me hablaba siempre de un Duward que su padre le regaló al empezar bachillerato. Soñaba para mi algo parecido, pero nunca lo tuve. Por eso quería regalar a mi hijo un buen reloj y lo lleva muy contento. Mi hijo pequeño, en cambio, me decía que no se me ocurriera hacerle el mismo regalo al llegar los 18 porque él ya se apañaba con el móvil. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha fue cambiando de parecer hasta que acabamos eligiendo un reloj juntos, que le regalamos el día de su cumpleaños y no se lo quita nunca, y ya tiene 21 años.
- ¿Dónde está el paraíso de un relojero?
Si pudiera me gustaría mucho poder realizar un curso en Suiza. Lo que hacemos en el Instituto es una introducción, el siguiente paso sería ir a las escuelas suizas, allí tienen la relojería como una formación muy elevada. Para dedicarse a ello de forma profesional debes realizar una inversión inicial importante. Se dice que la relojería es la profesión de las 1.000 herramientas, hasta que llega el momento en que debes fabricarte las tuyas por algún reloj o encargo concreto. Es una inversión, unas pinzas sencillas pueden costar 70 u 80 euros, una lavadora de relojes, que es absolutamente necesaria, hasta 6.000 euros, tengo un cronocomparador sencillo, de 180 euros, pero llegan hasta los 1.000...
- ¿Cuál es el reto más importante con el que te has encontrado como relojero?
Una máquina París de 1880. Tuve que reparar las intervenciones “desafortunadas” previas para llegar a repararlo. Tardé cuatro meses.
- El tic-tac de un reloj es un sonido que todos tenemos en la cabeza ligada a la literatura, el cine... ¿Puede aportar información relevante sobre un reloj ese sonido tan característico?
Ostras!!! Qué pregunta! Déjame que te diga que no sólo es el sonido. Este sonido nos indica el ritmo de una tragedia a punto de pasar, la hora señalada de un evento. Nuestro corazón late a su ritmo esperando el desenlace, o no. Pero no es sólo el sonido. El reloj en sí es un catalizador para desarrollar una historia, puede ser el punto de partida o fin de la misma. El reloj es un testigo que sólo marca el paso del tiempo y que nos indica que retrasarlo o avanzarlo no supondrá ningún cambio, ni del pasado, ni del futuro. Es el observador del paso de nuestra vida.