La cara B de Anna Hernàndez-Cortès, médico de Servicio de Documentación Clínica y profesora de ikebana

- La Cara B

“Los ikebana son momentos alegres de la vida, efímeros, fugaces, momentos que debes buscarte”

Las ofrendas florales a Buda que los sacerdotes empezaron a realizar en el siglo VI parecen ser las primeras expresiones del ikebana, ‘flor viviente’ en una traducción literal. Desde nuestra mirada occidental podríamos decir que son arreglos florales, pero si hacemos esta reducción nos estaremos equivocando de pleno, tal y como nos explica Anna Hernàndez-Cortès en esta cara B. Hace 24 años fue a un taller de iniciación, hoy es profesora de ikebana y a la vez sigue aprendiendo de su maestra.

- ¿Qué es el ikebana?

Es el arte floral japonés, efímero, con una estructura global que parte de la búsqueda inicial de la esencia de la Naturaleza. Significa ‘dar vida a las flores’, es sinónimo de kado que significa ‘el camino de las flores’. Se utilizan flores o tallos de hierbas o de árboles naturales -ni flor seca ni sintética-. Las flores nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos dentro de la naturaleza como un todo, en armonía.

Anna Hernandez

- ¿Las flores son el elemento fundamental del ikebana?

El ikebana tiene una serie de características comunes a todo el arte japonés, como la asimetría o el hecho de tener en cuenta las líneas, volúmenes y espacios, que también forman parte de la composición. Hablamos, por ejemplo, del espacio entre los tallos, que debe existir porque por aquí ‘tenemos que poder respirar’ todos, los materiales y las personas que lo hacemos o lo contemplamos. Tienen que poder pasar mariposas. Todos los elementos del ikebana son importantes. Hay unos que son principales, sin embargo, sin los otros elementos el ikebana no alcanzaría el carácter vital que requiere. Ningún elemento está por encima de los demás. Hay unas normas iniciales ya partir de ahí se dispone la flor para conseguir que si es bonita, lo sea aún más, buscando su esencia.

Anna Hernandez

- ¿Por qué te interesó inicialmente?

La naturaleza me gusta desde siempre. Íbamos a la montaña con mis padres y la observación de la biodiversidad de plantas y animales es mi pasión. La naturaleza es para mí un espacio de bienestar y tranquilidad. ¿Por qué nos sentimos bien cuando escuchamos cantar a los pájaros? Pues porque cantan cuando no hay peligro, por lo que su canto es una expresión de alegría, de paz. Ellos están tranquilos y se explayan en su alegría, y nosotros todo esto lo absorbemos. Por eso, tenemos esa sensación de paz y bienestar, de que aquí no pasará nada malo.

- ¿Y en qué momento decides dejar de ser sólo observadora de la naturaleza?

Soy médico, especialista en medicina preventiva y salud pública, que tiene puntos de conexión con el significado del ikebana como actividad que crea un espacio de conexión entre tú, las personas y la naturaleza, invitándote a la reflexión, a la capacidad de bajar el ritmo y apreciar la belleza de las pequeñas cosas. Desde 1990, toda mi trayectoria profesional la he desarrollado aquí en el Hospital Universitario de Bellvitge. Iniciamos la implementación del Registro del CMBD catalán codificando los datos clínicos de las altas hospitalarias. Fui una de las pioneras de la transformación de la historia clínica en soporte papel en el soporte digital, la historia clínica electrónica. Yo no trabajaba directamente con los pacientes, pero era responsable de su memoria y de la de los médicos, que quedan reflejadas en la historia clínica. Sin ella, los pacientes no pueden visitarse a consultas o someterse a una intervención en el quirófano. Por tanto, la custodia y disponibilidad de la historia clínica, así como la traducción a código de los diagnósticos y procedimientos que se practicaban a nuestros pacientes se convirtió en mi profesión. El archivo de las historias clínicas estaba en el sótano, en un lugar en el que no entra la luz. Yo estaba muy enfocada en el trabajo, no hacía otra cosa, con la exigencia añadida de ser una mujer. En este contexto de mucha dedicación laboral, hace 24 años, me apunté a un taller de iniciación al ikebana, y allí me enganché.

Anna Hernandez

- ¿Fue fácil encontrar un centro donde crecer en tu formación en ikebana?

Buscando escuelas, empecé a recibir clases en casi la única que existía en Barcelona entonces, y en la que continuo aprendiendo. Pertenece a la Escuela de ikenobo de Kioto. Es donde se originó el ikebana hace más de 550 años. Al cabo de los años, a partir de ésta, se han generado muchas más escuelas de ikebana en Japón. La escuela de ikenobo se caracteriza por haber recopilado estudios de antiguos dibujos y escritos, crear las normas y definir el espíritu del ikebana. Preserva estilos tradicionales, clásicos y ancestrales como el rikka y el shoka. Se trabaja con diferentes esquemas y tipos de flor constituyendo una estructura que se coloca en una estancia de casa, llamada tokonoma. Es una especie de pequeño escenario donde a los invitados se les da la bienvenida de forma formal.

- ¿Y en tu casa tienes un espacio reservado?

En el comedor, quizá de forma inconsciente, compramos unos módulos de muebles y uno de ellos tiene la altura idónea para contemplar los ikebanas.

- Y volviendo a tu formación, te has especializado en los estilos clásicos de ikebana...

Sí, por eso sigo la Escuela japonesa de Ikenobo. En ikebana, las líneas, espacios y proporciones son importantísimas. Se cambian los materiales florales, la combinatoria, las longitudes, los volúmenes, las alturas de los tallos, herbáceas o de madera. Los estilos tradicionales como el rikka o shoka, tienen tantas normas y variaciones que hacen que no acabes nunca. Por suerte, de los tradicionales -shofutai- desarrollaron unos contemporáneos -shimputai-. Estos últimos, mantienen el espíritu de los clásicos, sin embargo no presentan tantas normas y son más creativos, intuitivos y adaptados a la modernidad. Existe otro estilo tradicional que es el tatehana, precursor del rikka, mucho más sencillo y de menor tamaño. Muy hermoso. No necesita enhebrar los elementos de la composición ni herramientas de marquetería. El shoka tampoco, no requiere alambre y reproduce una planta. Es muy elegante. El estilo chabana está presente en la ceremonia del té y su historia se remonta a la historia del chanoyu. Máxima sencillez con un tallo con flor implica máxima dificultad. Éste, es un estilo aparte.

Anna Hernandez

- ¿Cómo recuerdas aquellos tiempos de iniciación?

Recuerdo que para empezar me hicieron llevar un plato de debajo de maceta como recipiente. Los estilos iniciales se llamaban moribana o naguero, según el recipiente utilizado. Tenían muchas normas, como de trigonometría... Lo encontraba divertido y curioso. Pero era pesado. Por último, hace menos de 10 años, Kioto los sustituyó por el estilo jiyuka -libre-, continuando siempre con normas básicas de la escuela de ikenobo.

- ¿Los recipientes son un elemento importante del ikebana?

Los recipientes y el agua forman parte del ikebana como el material floral o el espacio. Los recipientes pueden ser de cerámica, bambú, bronce. Algunos son específicos y otros son propios de nuestra vida cotidiana. Los más específicos vienen de Japón, tienen un precio más alto, claro, porque son de importación. El recipiente forma parte de la composición y el ikebana debe ser proporcional a las dimensiones, forma y color del recipiente. No se utiliza tierra pero, a veces, se añaden piedrecitas, grava o rocas.

Anna Hernandez

- ¿Existe algún otro elemento destacado en las composiciones?

Otro elemento técnico es el kenzán. Podríamos decir que es como una ‘cama de faquir’. Es una pieza de metal muy pesada, con muchas púas verticales. Disponemos -pinchamos- los tallos sobre el kenzán, aprovechando toda la versatilidad de los ángulos de inclinación que nos da el espacio.

- ¿Y después de 24 años todavía estás en formación?

Nunca acabas, como en todos los ámbitos. A veces, puede llegar a ser algo frustrante, porque la profesora siempre te corrige algo, siempre. Cuando acabas la composición, es tradición que la sensei siga en tu sitio, contemple lo que acabas de hacer y valore lo que puedes mejorar, y lo mejora. A la hora de la corrección todo el mundo aprende mucho. Debe gustarte, ser muy apasionada y dispuesta a repetir y repetir y repetir... En este sentido, yo tengo mucha paciencia. La filosofía es que si repites una y otra vez, como las manos son las que trabajan y el cerebro es lo que piensa, las manos aprenden. No deja de ser una práctica budista. Repetir y repetir para plasmar la belleza de la naturaleza en tu composición y, al mismo tiempo, ponerle el corazón. En catalán, decimos que hacemos algo de todo corazón. En japonés, al corazón se le llama kokoro.

Anna Hernandez

- ¿Y se pone el corazón persiguiendo algo concreto o más bien abstracto?

El objetivo es llegar a la belleza última a través de cada persona que lo hace, que lo practica, con su memoria, su experiencia, sus cicatrices, los buenos recuerdos de su infancia..., todo esto se plasma en el ikebana. Por eso, de diez personas que pueden tener los mismos materiales saldrán composiciones bien distintas. No hay ninguna flor de la misma especie que sea igual, pero todas son hermosas y diversas. Las imperfecciones, las hojas que comienzan a secarse o las que están mordidas por un insecto forman parte de la naturaleza, se aceptan como la normalidad que es. En sus composiciones naturalistas, juegan un papel positivo, siempre que mantenga el carácter de cada planta. En las composiciones artísticas existe mayor libertad. No se tira nada. Se aprovecha para llenar la casa de jarrones con flores.

Anna Hernandez

- De alguna manera eres ahora alumna y profesora a la vez...

A partir de una cierta titulación ya puedes ser profesora -sensei- de los estilos shoka y jiyuka. Llevo más de diez años dando clases en centros cívicos. Dar clases me llena y me enriquece mucho como persona y profesora. Conozco a muchas personas diversas, tienen las mismas necesidades que yo cuando empecé. Existe un gran intercambio de conocimientos. Me ayuda a superar inseguridades y explicar cosas en torno a un ámbito que conozco mucho. Mientras habla, Anna trabaja en una de las composiciones que ha hecho para esta entrevista: Aquí aprovechamos esta curva, que es una característica de esta flor. Cada flor tiene sus características de floración, de colores, de hojas... Importante la diversidad de material, cuantos más contrastes de tipos de material y color haya, mejor. Así, ikebana es guardar la esencia de la naturaleza a través de nosotros, manteniendo la armonía de la composición a través de: líneas, espacios, masas, puntos, superficies, contrastes, texturas, colores, proporción aurea, asimetría, equilibrio y simplicidad... Menos es más.

Anna Hernandez

- ¿Y llevas los ikebana siempre en la cabeza? ¿Cuándo caminas por la montaña, por ejemplo, todo lo que ves piensas que podría ser parte de un ikebana?

Sí, es algo así. Aparte de la composición, que en la naturaleza ya está hecha, te fijas en líneas, texturas; una línea que a lo mejor tiene una curva especial y al final encuentras un detalle que es lo que define la esencia de aquella planta, a veces no hace falta ni siquiera que la flor esté abierta. Esto hace que te intereses en conocer la tipología de árboles y plantas de la tierra; haces fotos, averiguas qué árbol es, te fijas en la parte alta foliar y leñosa del árbol, y también en la inferior, el sotobosque, donde ves las flores, las matas de plantas. Observa las diferentes alturas de las flores que hay en una determinada planta. Todo esto es lo que te lleva a una observación plena y reflexiva. También me gusta mucho seleccionar las flores de temporada para mis alumnos.

Anna Hernandez

- Hay un trasfondo que te vincula de forma muy estrecha con la naturaleza...

La naturaleza está viva, es la vida de todo y de todos, debe preservarse y tomar conciencia de su conservación y desarrollo. Es un continuo que te llena de alegría, de libertad, de alegría cuando ves, por ejemplo, una florecilla en un borde y piensas que podría formar parte de un ikebana, o que, visto al revés, ya está en su sitio y no hace falta tocarla, sólo contemplarla.

- ¿Qué otra singularidad como arte efímero destacarías del ikebana?

Quizás el hecho de que está muy ligado a las estaciones del año. Nosotros tenemos cuatro estaciones, pero en la cultura japonesa dentro de éstas distinguen veinticuatro o cuarenta y ocho, depende, todas relacionadas con cambios que se producen en la naturaleza. Cada mes del año tienen festividades, festivales y costumbres. De esta forma, por ejemplo, del día 15 al 19 de enero ‘Los faisanes comienzan a cantar’, pues esto ya es una microestación; del 20 al 24 de marzo ‘Los gorriones comienzan a anidar’ – shunbun o equinoccio de primavera-, otra microestación; del 26 al 30 de junio ‘Florecen los lirios’... Todo es muy poético, por lo que su cultura está basada en cambios cíclicos de la naturaleza, ligada también al shintoísmo.

Anna Hernandez

- ¿Has viajado a Japón para ver ikebanas en su cuna original? 

Yo formo parte de la asociación Ikenobo Barcelona Internacional desde el principio, y desde la pandemia de 2019, se han abierto más las puertas a los extranjeros y acogen encuentros internacionales de ikebana. Me haría ilusión, porque todavía no lo he hecho.

- Para despedir la entrevista, ¿nos dejas una breve reflexión de lo que supone para ti el ikebana?

Un bonsái simboliza la trayectoria a lo largo de tu vida: un árbol que vas educando, formando, puliendo. Durante esta trayectoria, los ikebana son momentos alegres de la vida, efímeros, fugaces; momentos que debes buscarte y encontrar, porque cuanto más encuentres, más disfrutarás de energía positiva.

Podéis ver las fotos de los ikebana de Anna Hernàndez-Cortès en este enlace de flickr

Anna Hernandez

Suscríbete a nuestros boletines

Selecciona el boletín que quieres recibir: