La cara B de Anabel Hernández Rodríguez, administrativa de Programación Quirúrgica, pianista y cinturón negro 3er dan de karate

- La Cara B

“A los cinco años les dije a mis padres que quería hacer piano y karate”

Desde entonces han pasado 30 años creciendo como una alumna aventajada tanto sentada ante el teclado como en el tatami, poniendo horas, pasión y talento. Hoy parece que la balanza se decanta por la música, sobre todo por la enseñanza a los niños, pero la simbiosis entre dos facetas a priori tan alejadas ha sido determinante en su vida.

Anabel Hernandez

- Música o artes marciales ¿qué te atrajo primero?

Pues la verdad es que empecé en el karate y la música a la par, con cinco años. Llegué un día a casa y le dije a mi madre, mamá quiero aprender karate y piano. Mi madre tocaba el piano, había un piano en casa y desde los cuatro años ya trasteaba con él. Pero lo del karate le sorprendió, pero pensaron ‘vamos a apuntarla a karate y ya se cansará’… pero durante los siguientes 30 años continué simultaneando las dos actividades, que siempre he llevado muy ligadas. El karate me aporta una concentración que me ayudó mucho en el estudio con el piano.

Anabel Hernandez

- En el caso de la música parece clara la influencia de tu madre ¿pero el karate de dónde surgió?

Fue algo totalmente espontáneo totalmente, quizás tuviera un sueño que no recuerdo… el caso es que fui avanzando en las dos cosas. Mis padres se sorprendieron al principio porque salía llorando de música después de cada clase. Hasta que descubrieron que lo que me pasaba es que muchas de las cosas del nivel más elemental de música ya las conocía gracias a mi madre, sabía solfear, reconocer las notas… Me cambiaron de nivel y se solucionó el problema. En karate, a los siete u ocho años fui a mi primer campeonato y no se me daba mal, sobretodo el Kumite (Combate). El Kata (Forma) como soy bastante grande y requiere de movimientos muy rápidos, se me resistía algo más, pero en el Kumite me encantaba investigar los movimientos de mis rivales para saber cuándo anticiparme, contratacar o defenderme. Además, mi truco era que, al ser tan alta, era difícil que me llegaran con las piernas a la cabeza, y eso, en competición, sumaba 3 puntos y en cambio yo, llegaba fácilmente a la cabeza de todas sin mucho esfuerzo, sólo necesitaba esperar el momento perfecto. En definitiva, que desde bien pequeñita he crecido entre los conciertos de la escuela de música y las competiciones de karate los fines de semana.

Anabel Hernandez

- ¿Y empezaste en una escuela de música y pasaste luego al conservatorio?

Si, hasta los 16 años estuve en una escuela de música de Hospitalet, en Haro Estudis Musicales. Después aprobé las pruebas del conservatorio del Liceo, donde hice la doble especialidad de piano y guitarra. Allí también empecé canto coral ¡quizás por eso ahora he llegado a Ressona! Así que, en 2016 acabé el grado superior de piano.

Anabel Hernandez

- Y a la vez también ibas progresando en el karate…

El mismo año de entrar en el conservatorio me examiné de la selectividad. Quería estudiar Geografía y Organización territorial y ser meteoróloga. Y a la vez estaba participando en campeonatos de España de karate, que quedamos terceros por equipo. Fui a diversos Europeos de mi estilo Goju Ryu, como a Italia y justamente un Europeo se celebró en Barcelona, quedé en primera posición individual rodeada de familiares y amigos.

Anabel Hernandez

- Una actividad frenética en frentes muy diferentes ¿no?

La verdad es que entre los 18 y los 28 años fue un parar en todo: universidad, trabajo. Liceo, torneos, estudio… Dormía una media de 4 o 5 horas diarias.

Anabel Hernandez

- ¿Y en aquel momento pensabas dedicarte profesionalmente a la música o el karate?

Por aquel entonces quería ser meteoróloga. A mediados de carrera me cambió el chip, pensé que debía empezar a elegir, porque si no necesitaría más vidas para llegar a todo. Dejé la meteorología en segundo y me dediqué a acabar la carrera de pedagogía musical. Entrenadora no quería ser, el karate no iba a ser mi medio de vida. Cuando había un torneo, el kárate me ocupaba todo el fin de semana y a lo mejor tenía un concierto al día siguiente. Tenía que dedicar muchas horas diarias al piano y a los entrenos de karate, fue una época de caos en mi vida hasta que llegue a la conclusión que lo mío es dar clase. Empecé a dar clases por las tardes en la misma escuela en la que me formé. Así, durante un tiempo combinaba los estudios, el entreno, las clases y empecé a darme cuenta de que me gustaba dar clase a niños, que además estaban muy contentos conmigo. En aquella época también hacía algunos bolos, como en las Nits màgiques de la Casa Batlló, en eventos en las torres Mapfre, MNAC, bodas…

Anabel Hernandez

- ¿Y eran conciertos de repertorio de música clásica?

Bueno, de todo un poco, he llegado a tocar flamenco, lo que pedía un poco el ambiente, la situación. En las Nits mágiques de la Casa Batlló había muchos turistas y tocábamos rumbas, por ejemplo. Mi formación es clásica, pero al final lo que más me gusta es tocar un poco todos los estilos.

- De alguna forma, el karate se iba situando en un segundo plano…

Los dolores y golpes en las manos eran un inconveniente. Llegó un momento en que volvía de un campeonato de España con la mano vendada, o hecha polvo, y tenía que dar clase a los niños… Alguna vez incluso había pensado que podía llegar a competir en unos Juegos Olímpicos, pero ese objetivo requería un nivel de sacrificio y de exigencia brutal, que hacía imposible combinarlo con nada, y menos con la música. Puede ser un hobby, puedo entrenar para estar en forma, me ha ayudado a poder tener seguridad fuera de casa y poder defenderme de alguna situación comprometida en las calles, pero las competiciones…Tenían fecha de caducidad. Además, me lesioné de la rodilla, quizás de tantas patadas y todavía no me he recuperado. Eso fue lo que acabó de centrarme en la música y las clases, luego vino el Hospital de Bellvitge y me cambió todo un poco. Pero el karate forma parte de mi vida porque ha convivido conmigo desde pequeña.

Anabel Hernandez

- Para citarlo con propiedad ¿tu cinturón negro representa el máximo nivel en karate?

No, el máximo no. La progresión va por colores. Si empiezas de adulto puedes ir en avanzando por colores completos: blanco, amarillo, naranja, verde, azul, marrón y negro… pero yo fui avanzando de medio color en medio color ya que empecé de muy pequeñita. A los 13 años tuve el cinturón negro, y a partir de ahí con formación, torneos y experiencia vas subiendo de grado. Ahora tengo el 3r dan, al que tardé en llegar 4 años desde el 2ª dan. Tuve la suerte de poder examinarme en Japón para el 3r dan, en 2018. Gracias a mi maestro de aquí, pude visitar al maestro de mi maestro en Japón, Masayuki Kuninaga, reconocido maestro en España también y ya muy mayor. Fuimos un grupo de 15 personas, en el que todos eran compañeros mayores que yo, y en principio la expedición solo iba a ser una visita para conocer al maestro y entrenar con él. Allí, en el monte de Koya San, al sur de Osaka, mi maestro Manuel González del Gym Louis me dio la sorpresa y me quiso examinar de grado, así que empezamos a entrenar y cuando viajamos a la isla de Okinawa, la cuna del karate, me examinaron en un dojo de la zona. Aprobé y me dieron el nuevo cinturón. Además de la cultura de la música y una mezcla de experiencias, la experiencia más satisfactoria que me traje de allí fue poder entrenar con varios maestros japoneses, en especial con el maestro Morio Higaonna 10º Dan de Karate y toda una eminencia de Okinawa. Muy pocas personas del mundo de karate pueden entrenar con ellos, son necesarios permisos especiales para gente que viene del occidente. Pudimos entrenar con él una semana y perdí 6 kilos. Son muy fuertes y sabios. Estoy muy orgullosa de ello, sobre todo en una sociedad como la japonesa, que no es precisamente la más igualitaria en cuestión de género. Aguanté los entrenos como pude y finalmente me dijo que era una mujer muy fuerte y con mucho carácter. Aprendí muchísimo de ellos y no sólo hablo del Karate.

Anabel Hernandez

Anabel Hernandez

- ¿Y en la música, sigues con las clases formativas y te planteas también una actividad continua como concertista?

Hubo una época de hacer muchos conciertos y bolos, pero definitivamente lo que me apasiona es dar clases a niños, pero también a adultos, creo que se me da bastante bien, sobre todo con los más pequeños. Ver cómo niños de 6 años crecen, evolucionan, los ves años después, ves cómo su mundo es la música, y te sientes orgullosa de que una parte de su base y crecimiento musical se deba a ti. Eso me llena más que cualquier otra cosa.

Anabel Hernandez

- Y a la faceta de los conciertos le has podido dar una nueva salida ahora en el propio hospital gracias a Ressona...

Sí, todo empezó con el casting para el concierto de navidad de 2024 dentro del proyecto de la Simfonia dels herois. Nos juntamos un grupo de personas que no nos conocíamos hasta entonces y la verdad que está siendo todo muy bonito. No esperaba pasármelo tan bien y conectar tanto con ellos. Hacemos ensayos semanales y hemos evolucionado mucho como grupo. Aunque sea la ¨directora musical¨ aprendo mucho de ellos yo también. Podría decirse que hemos formado una familia musical dentro del hospital. Gracias a Ressona, personalmente he conseguido introducir mi pasión por la música en el hospital y me siento muy realizada al poder aportar mi granito de arena y transmitir música en directo y alegría a pacientes y/o compañeros.

Anabel Hernandez

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