Tiempos de tormenta

Tiempos de tormenta - Angélica Martín González
Angélica Martín González
25/07/2025

Hoy, mi relato empezará al revés, ya veréis por qué.

Hace varios años, después de que todo esto empezara, y cada vez que tengo que ingresar en el Hospital de Bellvitge, me siento reconfortada, tranquila, serena… Sé que quizá suena extraño, pero os juro que es la verdad.

Al principio y, sobre todo, la primera vez que vine al hospital en ambulancia aquejada por un fuerte infarto, fue muy impactante e impresionante. Para mí, en esa situación extrema, el miedo, la soledad, la desnudez, el frío, sentirme de pronto solo un cuerpo enfermo al borde de ya no existir y un número de historia clínica, sin historia personal más allá de lo estrictamente médico.

De pronto me vino a la memoria una frase célebre del filósofo romano nacido en Córdoba durante el Imperio, Séneca el estoico, que reza así: “No dejes que nada te conquiste salvo tu propia alma, el alma es el único refugio del ser humano en tiempos de tormenta…” y definitivamente “estos” eran para mí tiempos de tormenta, con rayos, truenos y centellas, que sentí en carne propia al ser descargada con el desfibrilador. Esa electricidad, como un rayo de vida se quedó dentro de mí para siempre.

Luego y poco a poco fui cayendo en cuenta de que lo mío, lo que me pasaba no era una cuestión sencilla al verme rodeada de tantos aparatos, pitidos intermitentes, medicamentos, pruebas, mis brazos y piernas torturados pero conectándome a la vida en un lugar de cuidados intensivos, donde la muerte rondaba y estaba en cualquier rincón, al acecho, pero no a sus anchas. Estaba de mi lado un equipo grande de profesionales preparados para enfrentarla con conocimientos, eficacia, medios, entrega vocacional y todos, salvo alguna excepción, con una calidad humana verdadera, que hicieron que mi larga estancia fuese llevadera, tranquila, confiada, e incluso por momentos divertida.

Durante esos veintidós días ingresada en la UCI de coronarias se podría decir que hasta fui feliz, porque, aún a pesar de todas las complicaciones, seguía viva, quizás más que nunca antes.

Desde el minuto uno de mi gravedad tuve un sentimiento de gratitud que aún conservo y que me lleva hacia adelante con alegría, esperanza, goce y con la maravillosa certeza de que, en el mundo, además de su lado cruel y lleno de maldad e injusticia, coexiste un mundo lleno de personas capaces de sentir compasión, misericordia, empatía, respeto, solidaridad, bondad, entrega y amor.

Toda esta experiencia vital intensa, muy al contrario de haberme amargado, me ha hecho una mejor persona de lo que ya por genética y decisión personal era.

Fue cuando apelé a mi alma, a su contenido, a mis vivencias, a todas aquellas películas, libros, música, ideas imágenes, afectos, recuerdos gratos y trascendentes, anécdotas, poemas, personas… que me habían acompañado hasta entonces.

Dentro de esa alma que ahora estaba perdiendo poco a poco su sede natural, mi corazón.

Al final de mi primera larga hospitalización (un poco más de dos meses), y tras muchas horas de soledad, descubrí que soy buena, comprensiva y paciente compañera de vida para mí misma y eso es tan importante y reconfortante; os lo recomiendo, no hay nada mejor que estar en paz consigo misma y ser tu mejor compañera.

Por algo las frases de los grandes pasan a la historia y son eternas.

Mi alma fue mi refugio, mi nuevo corazón, su fortaleza.

Imatge de Michael Renco en Pixabay

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