Entrevista con David Herrera Lozano, autor del relato "Before, after y volver a empezar", publicado en el vol. I de "Desde mi habitación" (pág. 19)

David Herrera relathos
hombre en busca de sentido
la mirada ulises

“Tengo claro que expresar tus emociones en cualquier soporte artístico es una parte terapéutica del proceso de sanación”

 

-    ¿Qué pensaste cuando tuviste el primer contacto con el proyecto RELAT-Hos? ¿Cómo lo conociste?

-    David Herrera.- Ingresé en el hospital el 5 de febrero de 2018 sin saber muy bien cómo saldría después de haber sufrido un infarto. Una amiga que vino a verme me dijo que había visto un cartel de RELAT-Hos, y no sé cómo lo entendí, pero pensé que se trataba de un proyecto del año anterior y que ya no estaba vigente. El primer relato lo escribí en el impasse mientras decidían qué hacer conmigo –al final fue un triple bypass-. En ese tiempo de espera escribí el relato para mí; escribí sobre cómo me sentía al pasar de un ritmo de vida aceleradísimo a estar en una cama sin poder levantarme. Me operaron, estuve 45 días en coma inducido y al cabo de un tiempo -ya me habían amputado la pierna- una enfermera me comentó el tema de RELAT-Hos y me dijo que traería la carpeta. Para entonces yo llevaba ya 3 meses ingresado y veía el ritmo que llevaban las enfermeras… ¡como para ocuparse de traerme una carpeta! Busqué entonces en la página web del hospital y cuando encontré el contacto envié un correo. Entonces aún no conocía a Antonia, pero 10 minutos después tenía la carpeta en mis manos. Así, el segundo relato que escribí ya era posoperación y posamputación. Cuando desperté del coma y la doctora me dijo ‘bienvenido al resto de tu vida’ empecé a resituarme y a tomar conciencia de todo lo que había pasado y entonces tomé la decisión de ser un buen paciente para recuperarme lo antes posible y dejar el hospital. Tomé conciencia también que en ese momento yo era un ejemplo para mis hijos, que quizás mi actitud podría servirles algún día en una situación parecida. Y escribí sobre todo eso.


-    La creación de tu relato es singular, porque es resultado de la unión de tres grandes piezas…

D.H.- Estuve en el hospital hasta finales de mayo. Tenía problemas con la cicatrización de la herida de la amputación y no podía volver a casa porque vivía en un dúplex, por lo que me enviaron a un centro sociosanitario para hacer rehabilitación, pero el proceso de curación de la herida se prolongó. Mientras estaba en el centro sociosanitario cogí una neumonía bilateral y eso me hizo volver a Bellvitge ¡Realmente estaba acaparando experiencias! Fue un momento especial, porque ya veía Bellvitge como mi segunda casa, y es que cuatro meses dan para muchas experiencias. El hecho de volver y reencontrarme con alguna enfermera o con la doctora que me dio la bienvenida al resto de mi vida fue muy emotivo. Así, el tercer relato lo llamé Volver a empezar y ahí proyecté todos los recursos que había utilizado para salir de situaciones complicadas. Recuerdo, por ejemplo, que tenía la boca muy seca y no podía beber porque tenía los pulmones encharcados y ese momento recordé una película que había visto hacía tiempo, El sabor de las cerezas, en la que un hombre busca a alguien que le ayude a suicidarse. Una de las personas a quien pide ayuda le confiesa haber estado en una situación parecida, pero que cuando estaba a punto de ahorcarse en un cerezo empezó a comer cerezas, y el simple hecho de saborearlas le hizo desistir de su intención. Entonces me acordé de las mandarinas del Mercadona que comía en el centro sociosanitario. Era un sabor intenso comparado con el de la comida habitual y eso me daba ganas de continuar saboreándolas.  

-    ¿Qué sensaciones tuviste en ver tu relato escrito en el libro?

-    D.H.- Me hizo sentir muy satisfecho, y sobre todo por saber que podía ayudar a otras personas hospitalizadas en situaciones complicadas. Me puse en el otro lado y pensé en mi experiencia hospitalaria y en qué momento me podría haber ido bien a mí poder leer algo así y me di cuenta que el momento en que habría necesitado realmente ese apoyo, de la experiencia de los demás, fueron los días que pasaron desde que me comunicaron que existía la posibilidad de que me amputaran la pierna hasta que finalmente tuvieron que hacerlo. En esos 15 días, haber leído algo de alguien en la situación similar de asumir un luto, una pérdida de ese calibre, me habría reforzado mucho.

-    ¿Escribes habitualmente?
 
-    D.H.- Había escrito anteriormente cuando tenía tiempo. Hubo un lapso de tiempo en mi vida, de unos 20 años, en el que no tenía tiempo de nada. Antes sí había escrito, en situaciones de la vida en que vas un poco perdido y necesitas reorientarte para tomar una decisión. Para mí el proceso de la escritura empieza por cualquier lado y no sé por dónde me llevará; no lo elaboro mucho, sino que surge, sale. Precisamente la salida de ese prolongado lapso me pilló ingresado en el hospital. En 1994, después de un viaje a la India en el que hice muchas fotos, envié una selección a la revista Solo Foto y al cabo de un año me enviaron una revista con el reportaje publicado. Esa fue la primera vez que vi algo mío publicado. Un año después, me estaba sacando el carnet de taxista y me ofrecieron colaborar con una revista cultural del Taxi que se llamaba Bojos per Barcelona. Ver tus palabras escritas en un papel y saber que alguien más puede leerlo es algo que te hace sentir muy bien. Ahora tengo más tiempo y de vez en cuando escribo lo que me surge o lo que me apetece; es algo que me gusta y que me va bien. 

-    ¿Crees que la escritura es una herramienta terapéutica importante?

-    D.H.- No tengo ninguna duda. En ocasiones hay personas que tienen dificultades para expresar sus emociones. Esa dificultad hace que esa emoción no salga y que tal vez se quede anquilosada y te impida seguir tu camino. El hecho de escribir lo que sientes, lo que piensas en un momento en que te sientes vulnerable o de incertidumbre no tengo ninguna duda de que tranquiliza tu espíritu y gestiona tus emociones de una manera más sana que si te comes el coco de manera obsesiva. Compartirlo es lo máximo a lo que puedes aspirar en una situación de este tipo. He visto muchas veces en el arte cómo el artista crea belleza desde el dolor, incluso en las situaciones más críticas. Tengo claro que expresar tus emociones en cualquier soporte artístico es una parte terapéutica del proceso de sanación. 


-    Para terminar, ¿nos puedes recomendar un libro?

-    D.H.- Cada libro tiene su momento y todos los libros pueden ser positivos y necesarios en alguna circunstancia. No lo recomiendo, pero lo explico para ilustrar lo de la utilidad: hace un mes leí un libro que se llama De matasanos a cirujanos. Trata sobre la cirugía en la época victoriana en el Reino Unido, cuando no se tenía muy claro lo que era la higiene y no existía la anestesia. Cuando en ese libro conocí la historia de un cirujano escocés que tenía el record de amputación de una pierna en 30 segundos pensé que había tenido mucha suerte de nacer en esta época. El índice de supervivencia era mayor en casa que en el hospital y solo esa idea ya me hace pensar de la suerte que he tenido de ser amputado en el primer mundo y en esta época. 
Pero el libro que recomiendo es El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Frankl era un psiquiatra que sobrevivió a Auschwitz y analiza por qué algunas personas podían sobrevivir en los campos de exterminio y otras no. Lo atribuye a que esas personas querían recuperar algo de su vida anterior. Me acordé de ese libro cuando estaba en coma, cuando sentía que no me quería morir, que era algo muy injusto morirme. Me acordé de Viktor Frankl y empecé a pensar en todas las cosas que me atraían a la vida; en cosas concretas como un paseo con mi hijo.

En cuanto a películas, hay una que me gusta mucho, que he visto tres veces que se llama La mirada de Ulises, de Theo Angelopoulos. Harvey Keitel interpreta a un director de cine que va a Sarajevo en pleno conflicto bélico en busca de las primeras películas. Es una película estupenda que te hace recuperar la esencia de la vida. En una escena que me parece brutal unos niños salen a jugar a la calle porque hay niebla y eso era motivo de jolgorio porque los francotiradores no podían actuar. De repente, se oye como alguien da el alto a unos niños y una familia que estaba paseando; a continuación, se oyen cuatro o cinco disparos. Angelopoulos murió en un accidente mientras rodaba una película sobre la crisis financiera en Grecia y falleció porque la ambulancia no llegó a tiempo porque no había demasiadas. Otra película muy poética que recomiendo es Tren nocturno a Lisboa. Me encantaría ir a Lisboa por Pessoa, que es una referencia poética para mí, y en la película hay muchas referencias poéticas.

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