Entrevista a Xavier Gaja, autor del relato Poniendo orden, llegué al hospital, incluido en Desde mi habitación Vol. I (pág. 11)

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"Escribir es una manera que tenemos de probar nuestra fuerza como pacientes, nuestro poder por encima de la enfermedad"

 

- ¿Qué pensaste cuando tuviste el primer contacto con el proyecto RELAT-Hos? ¿Cómo lo conociste?

- Xavier Gaja.- Recuerdo que ingresé una tarde para hacerme unas pruebas. En la habitación tenía un compañero de 92 años. El señor estaba un poco nervioso y empezamos a hablar un poquito. Me explicó que se había caído cambiando una bombilla. Después, mientras cenaba, fui siguiendo la conversación entre mi vecino y su hija, una señora quizás de más de cincuenta años. A la mañana siguiente nos veíamos sólo la cara con la cortinilla que separa las camas por medio. Aquella mañana vino Antonia para explicarme el tema de RELAT-Hos, que creo recordar que acababa de empezar. Estuve pensando toda la noche que podía escribir un cuento, una historia sobre mi vecino de habitación. Tenía una idea que me rondaba por la cabeza, me gustaba mucho el proyecto y más aún que me lo hubieran comentado. Puede ser que hubiera escrito aunque Antonia no hubiera aparecido; también habría escrito sobre él, no lo sé, pero en cualquier caso, así conocí el proyecto y me ocupé de lleno para escribir durante los cinco días que duró mi estancia en el hospital.

Tu caso es un poco especial, porque Poniendo orden, llegué al hospital originalmente no era un único relato...

- X.G.- No, escribí un cuento para el primer día de mi estancia en el hospital. Imaginé una historia sobre aquel hombre para la primera noche y luego escribí sobre algo que sabía que me pasaría los días siguientes, una prueba por ejemplo, o sobre lo que me sugería el edificio de la antigua Escuela de Enfermería, que veía por la ventana. ¡Y la traca final fue imaginar una fiesta dentro de la planta! simplemente porque era el último día, estaba esperando el alta y estaba contento. Después añadí un inicio sobre cómo llegaba al hospital a raíz de montar un armario y un final cuando salgo a la calle. De esta forma, el resultado fue un cuento por día, como un pequeño diario imaginado de mi estancia.

-    - Escribes habitualmente? Si lo hacías antes, ¿eso te lo puso más fácil para hacer tu relato?

-    X.G.- Desde los 6 años tengo cuentos escritos. Hasta los 9 años, cada verano escribía un cuento, y al terminarlo ya estaba pensando el título del siguiente y de que trataría. Hasta los 10 o 12 años continué escribiendo cuentos y los llegué a editar para mi familia, con una versión mecanografiada y el original manuscrito que incorporaba dibujos. Realmente, es algo que me viene de pequeño, eso de escribir, igual por la influencia de mi padre, a quien le gustaba mucho la fotografía y el cine y lo encuadraba todo. Escribía historias para rodar en súper 8, cortos. Quizá de ahí me viene la manía de focalizar, y cuando focalizo, como no ves lo que está alrededor, te lo imaginas. Después siempre he escrito cositas, y terminé estudiando para ser director de cine. Entonces comencé a escribir muchas cosas, como guiones, siempre pensando en lo audiovisual, historias para el cine. Después tuve una parón en la escritura hasta que hace 5 o 6 años me diagnosticaron aquí en Bellvitge una miopatía sin especificar. A raíz de eso tuve una depresión y una psicóloga me recomendó escribir 30 minutos cada día sobre un tema que me rondara por la cabeza. Entonces empecé a escribir sobre la tristeza que tenía, pensando que así me las sacaría de encima, pero el final fue horrible, acababa llorando. En ese momento decidí escribir un cuento cada día. Hice un blog, El largo viaje a AP(Á)TIA, y cada día escribía un cuento que empezaba donde acababa el anterior. Era un gran viaje a un país imaginado, un viaje durante el que me encontraba todo tipo de seres y aventuras. Empecé a reír. Cada día escribía sin parar hasta terminar el cuento y subirlo en el blog. Así durante 3 meses seguidos. Desde que escribí los microrelatos que conforman Poniendo orden, hace 3 años, he escrito muy poco. Y ahora estoy en un momento en que quizá me iría muy bien, pero es que no tengo fuerzas; no siempre se tienen fuerzas para escribir. Va muy bien escribir, pero no siempre se tiene fuerza para escribir.

-    ¿Crees que la escritura es una herramienta terapéutica importante?
-    - X.G.- La escritura es muy terapéutica en cualquiera de los casos, tanto si estás en el hospital en una cama como si estás en casa. Estés donde estés, te permite vaciar lo que llevas dentro y quizás es la forma más completa de todas las artes, porque te está saliendo de dentro. Sacas palabras que llevas dentro y que te pueden hacer daño. Al sacarlas y ponerlas en una historia pueden desaparecer de la cabeza. Cuando estás ingresado en el hospital, la relación siempre se establece entre la enfermedad y tú. El equipo de médicos y enfermeras hace de intermediario entre la enfermedad y tú. Entonces, poner un papel en blanco en medio, entre la enfermedad y la persona, supone tapar la enfermedad con palabras, esconderla para que el papel nos haga estar un poco más contentos de estar allí. Se trata de poner una barrera entre la enfermedad y tú; interponiendo el papel puedes conseguir cambiar tu ánimo. Escribir algo que cambie tu situación actual a partir de un hecho extraordinario te hará escribir cosas extraordinarias continuamente. La enfermedad no desaparecerá, pero al escribir puede ser que logres estar más alegre y ser capaz de reír de las cosas. Es una manera que tenemos de probar nuestra fuerza como pacientes, nuestro poder por encima de la enfermedad: tú me estás jodiendo, pero yo estoy escribiendo y me estoy haciendo bien con la escritura. Es un poder momentáneo, pero te hace sentir que, aparte de estar enfermo, también escribo, y estoy haciendo algo en el hospital y por el hospital. Este poder me pone por encima de la enfermedad y también de los médicos, que son los intermediarios con ella. En esta cama, en esta habitación, tengo un poder, porque escribo.

-   ¿Qué sentiste al ver el relato publicado en el libro?

- X.G.- ¡Leer el libro también es terapéutico! Leer mi cuento en el libro me hizo pensar: ¡ostras! he hecho algo que se ha podido editar, que seguramente leerá mucha gente porque estamos en un hospital, y te sientes muy contento de leerlo como lector que lo descubre por primera vez. Y también fue una sorpresa encontrar todo el volumen de RELAT-Hos, porque las narraciones me parecieron brutales. Muchas de ellas te llevan hacia un camino irreal, ¡buscando cosas que no están en la habitación se inventan historias divertidísimas! La gente tiene ganas de escribir y lo hace muy bien. Esto me demuestra que los relatos son una muy buena terapia y que la gente entra en este juego imaginativo y lo hace con humor, con ternura, a veces con tristeza ¡y consiguen que de un aspecto escabroso pueda salir algo divertido! El libro es superinteresante para leerlo, porque todos seremos enfermos algún día, todos. Y me parece fantástico que haya habido un segundo libro y que vengan un tercero, un cuarto, un quinto...

-    Por último, ¿nos puedes recomendar un libro?
- X.G.- Recomendaré libros pensando en la gente que está en el hospital. En el hospital recomendaría leer libros de realidad mágica, de ciencia ficción, cuentos cortos. De Julio Verne, por ejemplo, que es buenísimo y muy imaginativo, siempre te lleva a lugares y realidades muy divertidas. En definitiva, cosas que te hagan volar. E historias infantiles, como el pequeño Nicolás, por ejemplo. Leerlos aquí es lo mejor que te puede pasar. He traído algunos a modo de ejemplo: Alfanhuí, de Sánchez Ferlosio, un libro infantil; cuentos como los de Salinger o Boris Vian, o Foster Wallace. Y yendo un poco más allá, Espejo roto, de Mercè Rodoreda.

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