“Pedir ayuda no es fracasar, sino un acto de resistencia”

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Con motivo del Día Internacional de las Mujeres (8M), el Hospital de Bellvitge ha organizado el coloquio "Salud mental en clave de mujer", un espacio de diálogo para visibilizar cómo el género influye en los trastornos mentales. El acto ha contado con la participación de cuatro mujeres que han compartido sus vivencias, moderadas por la Dra. Marta Subirà, psiquiatra y directora de la Unidad de Salud Mental de Collblanc, y Maria Boixadera, enfermera del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Bellvitge.

Ante una sala llena y un silencio cargado de emoción, las ponentes han puesto voz a la doble batalla que han tenido que afrontar: convivir con un trastorno mental y desafiar los prejuicios sociales que rodean la enfermedad por el simple hecho de ser mujer. Desde las primeras intervenciones, el debate ha evidenciado un patrón común: las mujeres con trastornos mentales se enfrentan a una doble presión. Por un lado, la lucha contra la enfermedad en sí misma. Por otro, una sociedad que a menudo las hace sentir culpables, invisibles o simplemente “no válidas”.

Las participantes han abordado cuestiones como la presión estética, el doble estigma en trastornos como las adicciones, las cargas invisibles que muchas mujeres asumen y la sensación de no ser comprendidas ni por el sistema sanitario ni por la sociedad.

La adicción al juego: el tabú de las mujeres

Una de las ponentes, diagnosticada de un trastorno de adicción al juego, ha expuesto la incomprensión con la que se encontró en su proceso de tratamiento. “La primera vez que dije que era adicta, vi caras de sorpresa y rechazo. Aún hay quienes creen que las mujeres no pueden tener este tipo de problemas”, ha relatado.

Esta experiencia pone en evidencia un problema todavía poco visibilizado: mientras que el juego patológico se asocia tradicionalmente a los hombres, las mujeres también lo padecen, aunque a menudo lo ocultan por vergüenza y miedo al estigma. Esta invisibilidad se traduce en una falta de estrategias específicas para su abordaje.

"El juego en un hombre se percibe como un vicio, algo culturalmente aceptado. Pero una mujer jugando no encaja en el imaginario colectivo. Si lo hacemos, somos irresponsables, estamos fallando en nuestros roles de cuidado y estabilidad familiar", ha añadido la ponente.

La exigencia estética y el trastorno de la conducta alimentaria

Pero no solo los trastornos addictivos están marcados por el género. La presión estética sigue siendo un factor determinante en muchos problemas de salud mental, como el trastorno de la conducta alimentaria.

Otra de las participantes ha compartido su recorrido con este trastorno y cómo la presión social sobre el cuerpo de la mujer fue un detonante clave: "Toda mi vida me he sentido juzgada. Crecí con la idea de que una mujer vale según cómo se ve. Y si no encajaba en ese modelo, entonces no valía la pena como persona".

El debate se ha centrado en cómo las exigencias estéticas continúan siendo una carga psicológica que, en muchos casos, desemboca en trastornos alimentarios y de autoestima. "Todavía hoy, el discurso sobre la autoaceptación convive con una sociedad que nos sigue marcando estándares imposibles. No podemos dejar de hablar de ello", ha concluido la ponente, insistiendo en la necesidad de más espacios de reflexión y apoyo.

El TOC, el trastorno bipolar y la culpa: una barrera en la maternidad

Estas experiencias personales reflejan una realidad que sigue pesando sobre muchas mujeres: la salud mental continúa siendo un tabú y, en muchas ocasiones, se vive en silencio.

La tercera participante ha explicado su experiencia con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el trastorno bipolar y cómo estos han condicionado su vida, especialmente en la maternidad. "Yo minimizaba mis síntomas porque tenía miedo de que me quitaran a mi hija. Viví con la angustia constante de pensar que, por tener un diagnóstico de salud mental, alguien decidiera que no era apta para ser madre".

Este testimonio ha puesto de manifiesto otro gran obstáculo: el miedo de las mujeres con problemas de salud mental a ser juzgadas como madres inadecuadas. "La culpa es una constante. No solo porque te exiges ser la madre perfecta, sino porque también sientes que la sociedad te vigila. Nos cuesta mucho pedir ayuda porque tenemos miedo de que nos señalen, de que nos cuestionen".

"No soy un TOC con patas, soy una persona. Mi trastorno no me define, pero durante mucho tiempo pensé que sí, que era mi única identidad", ha compartido otra testimonio de la mesa, que también sufre este trastorno. Al mismo tiempo, ha reflexionado sobre cómo la culpa y la autoexigencia la llevaron a minimizar sus síntomas para evitar ser vista como alguien "incapaz" de llevar una vida normal.

Un camino largo por recorrer

La sesión ha concluido con una reflexión colectiva: la necesidad urgente de romper el estigma y visibilizar cómo los trastornos mentales afectan de manera diferente a las mujeres.

"Ser feminista no es solo reclamar derechos laborales o políticos, también es hablar de salud mental. El género condiciona el diagnóstico, el tratamiento y la percepción social de la salud mental. Ignorarlo es perpetuar la desigualdad", ha subrayado una de las participantes.

Las cuatro mujeres han coincidido en la importancia de seguir abriendo espacios de debate y apoyo, donde se pueda hablar con naturalidad y sin miedo. "Que la próxima vez que una mujer sienta que no puede más, no se sienta sola. Que sepa que tiene derecho a cuidarse y a ser cuidada. Y que pedir ayuda no es fracasar, sino un acto de resistencia".

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