“Los principios de la improvisación teatral también deberíamos aplicarlos a la vida diaria"
Cuando finaliza su horario laboral en nuestro hospital como auxiliar administrativa del equipo de lista de espera y preoperatorio, Lorena Rodellar se adentra en una segunda vida muy distinta: la de actriz de improvisación teatral. En esta entrevista nos explica algunos de los secretos de su día a día en el mundo de la farándula, donde no es fácil ganarse la vida pero sientes, en cambio, la enorme gratificación de transmitir alegría y hacer que el público se olvide durante una hora y media de todo lo que no sea pasárselo bien.
–Antes de empezar a hablar de teatro, apúntanos algo de cuál es tu tarea diaria en el hospital.
–Dentro de mis tareas principales está la atención telefónica. El paciente en lista de espera a menudo está inquieto por saber la fecha de la intervención, y nosotros le damos información e intentamos resolver sus dudas. También programamos los preoperatorios para preparar a los pacientes para la cirugía.
–¿Cómo empezó tu interés por el teatro?
–Yo soy de Lleida. Me atraía mucho el teatro desde pequeña, pero en Lleida no había oferta, así que a los 23 años vine a Barcelona a buscar alguna oportunidad. Y, mientras, cogí otros trabajos para ganarme la vida. Empecé en el mundo teatral, pero los horarios de los ensayos no eran compatibles con los demás trabajos. Cuando tenía 26 años me incorporé al Hospital de Bellvitge, en el turno de tarde, y por la cuestión horaria no pude volver al teatro hasta ocho años después, cuando pasé al turno de mañana. Entonces empecé un curso intensivo de verano de monólogos.
–¿Y cómo pasaste de los monólogos a la improvisación?
–Después de este curso, al director de la academia le pareció que yo podía tener dotes para improvisar y me regaló un curso intensivo de improvisación. Y éste fue mi gran flechazo. Fui durante un año a clases de improvisación y esto me cambió la vida. Pasé de sentirme desorientada, de no saber qué hacer, a encontrar mi camino. Incluso a quien ahora es mi marido le conocí en la academia.
–¿Cómo debutaste en los escenarios?
–La propia academia Performart tenía una compañía, Improscritos, con la que debuté. Luego he trabajado en una segunda compañía, Improderadas, que está formada sólo por mujeres, incluido el personal técnico. Y también formo parte de Factoría de Improv. Me he especializado totalmente en comedia de improvisación y trabajo con las tres compañías.
–¿Tienes algún recuerdo especial de los espectáculos que has hecho?
–De todos, quizás lo que más destacaría son los bolos que hicimos Improderadas e Improscritos durante la pandemia, en el momento en que reabrieron los teatros. El ambiente era de mucha preocupación y desconcierto. Los aforos eran limitados, había que llevar mascarilla, el público debía medirse la fiebre a la entrada... Sabíamos que difícilmente ganaríamos dinero, pero decidimos que igualmente teníamos que subir a los escenarios, aunque fuera para ayudar a remontar los ánimos. Los del público y los nuestros.
–¿Cómo respondieron los espectadores?
–Los que vinieron, muy bien. A veces sólo actuábamos para diez personas, pero merecía la pena. Durante una hora y media, el público se olvidaba totalmente de la pandemia. Al principio, con las mascarillas, nos costaba saber si se reían o no. Pero aprendimos a saberlo por la expresión de los ojos y otros detalles. Y, al final de la función, te lo agradecían mucho. Ésta es una de las cosas bonitas de este trabajo: te diviertes haciéndolo, y al mismo tiempo tienes la satisfacción de hacer reír. Fue una experiencia muy enriquecedora.
–¿Algún otro momento inolvidable?
–También tengo muy presente cuando debuté con Improscritos en 2019 porque coincidió con que a mi padre le diagnosticaron una enfermedad grave. Yo me sentía muy mal y no creía que pudiera salir al escenario. Pero aprendí que podía hacerlo. Cuando trabajaba, me olvidaba totalmente de la dureza de la situación personal, era como una isla de tranquilidad. Me ayudó a afrontar mejor ese proceso.
–¿En qué consisten vuestros espectáculos?
–Se puede decir que yo y mis compañeros hacemos a la vez de actrices y actores, guionistas y directores. Empezamos, pongamos por caso, con una conversación con alguien del público. Le pedimos alguna frase, la que a él se le ocurra, y esa frase se convierte en el título de la historia que representaremos. A partir de aquí, debemos realizar ejercicios de agilidad mental para construir una historia con un planteamiento, un nudo y un desenlace.
–Si el espectador vuelve al día siguiente, ¿verá una función totalmente diferente?
–Cada día es muy distinto, evidentemente. El espectador nunca pide lo mismo, y en nuestros espectáculos el espectador es muy protagonista. Lo hacemos subir al escenario, interactúa con nosotros, y cada uno te da unos inputs que te llevan por lugares distintos.
–¿Cómo os preparáis para que salga todo bien?
–Cada semana nos reunimos uno o dos días para realizar juegos y ejercicios de agilidad mental. En improvisación existen dos normas básicas: la escucha y la aceptación. Es decir, debes escuchar lo que plantea tu compañero y debes aceptarlo y seguir su línea. Son dos principios que también deberíamos aplicar a la vida diaria. Si nos escucháramos y aceptáramos más, habría menos conflictos. Por ejemplo, si tu pareja te dice “hola, hija mía”, tú no tienes que confrontarte respondiendo “eh, que no soy tu hija, ¡soy tu mujer!”. Esto no es escuchar y aceptar. Si él ha dicho “hija” y tú das continuidad a esta idea, sabrás por qué te ha llamado así. Sabrás lo que piensa y os entenderéis mejor.
–¿Nunca te quedas en blanco en el escenario?
–En blanco, no. Por eso tenemos el bagaje del entrenamiento. Siempre sale algo. Sin embargo, a veces tienes ideas más brillantes y a veces menos. Pero incluso si me quedara en blanco no pasaría nada, ya que al menos estamos dos actores en el escenario y el compañero te rescata. Nunca estás solo.
–Vuestros espectadores escriben opiniones muy entusiastas en Internet: dicen que se ríen de principio a fin, destacan vuestra proximidad y empatía...
–Es lo bueno que tiene este tipo de teatro de improvisación: es muy cercano al público, y el público te ayuda. Sin ellos, no habría espectáculo. A nosotros nos gusta mucho hacer protagonista al espectador, y nos acercamos a despedirle y agradecer personalmente su asistencia a la salida. Nos hace felices estar con ellos.
–¿El teatro de improvisación ha ganado reconocimiento en los últimos años?
–Quizás sí, pero todavía es uno de los grandes desconocidos. En Barcelona y Cataluña las pequeñas compañías lo tenemos muy difícil para salir adelante. Es cierto que hay bastantes salas, pero el público tiende sobre todo a ir a los grandes espectáculos.
–¿Hay que fijarse más en lo que hacen las salas pequeñas?
–Yo recomendaría que las personas que salen sea valientes y apuesten por ir a ver cosas nuevas, que no se conformen con el mainstream. Las compañías modestas hacemos cosas muy buenas y, para que nos salgan las cuentas, necesitamos realizar esfuerzos continuos para ser visibles y para conseguir buenas valoraciones en Atrápalo. De entrada, las plataformas siempre priorizan los grandes espectáculos.
–¿Os ha ayudado a daros a conocer el éxito de Judit Martín?
–Seguro que sí. Es una actriz buenísima, para mí es un gran referente. Pero no sólo es buena ahora que sale en televisión, ya lo era igualmente cuando nadie la conocía. Y otros compañeros suyos de profesión son igual de buenos aunque no estén presentes en los medios.
–¿Puedes combinar bien el trabajo del hospital con el del teatro?
–Sí, porque entrenamos por las tardes y actuamos por la noche. Pero es cierto que al día siguiente de un espectáculo tengo algo de sueño. Y, además, para acabar de complicarlo, también soy profesora de improvisación en la Escola de Comèdia Barcelona.
–¿No te salen los números para dedicarte al teatro en exclusiva?
–No, ni a mis compañeros. Aquí en el hospital tengo un buen trabajo que me sirve da la seguridad y me permite pagar todas las facturas.
–¡Pues que sea por muchos años y que tengas muchos éxitos!
–Gracias. Espero que sí, porque el teatro me ha dado muchísimo y no hay nada como hacer feliz al público. Estoy convencida de que reírte y hacer reír te prolonga la vida.