“La gente del hospital me mostró una enorme empatía y podían hacerlo porque la llevan en el alma”
- ¿Qué pensaste cuando tuviste el primer contacto con el proyecto RELAT-Hos?
Francesc Cabeza.- Estábamos a principios del mes de octubre de 2018 y hacía 2 o 3 días que me habían operado de un aneurisma aórtico superior. Aunque antes de la intervención no me temblaban las piernas, después, al reflexionar, te das cuenta de que aquél ha sido un momento importante en tu vida. Entonces me llegó una hoja de presentación de RELAT-Hos. Pensé que era un buen momento para reflexionar un poco sobre lo que me había pasado y además tratar de ayudar a otra gente que puede pensar, como pensaba yo, que nunca le pasaría nada grave. Es decir, pensé que también podría ayudar a que otras personas reflexionaran un poco para poner en valor y contexto la situación que estuviesen viviendo.
- ¿Tuviste claro desde el principio que querías participar?
F.C.- Por mi formación, las vertientes lógicas y de ciencias aplicadas las entiendo bastante bien, pero mis capacidades lingüísticas no las he trabajado tanto. Quizás por eso, me propuse este nuevo reto y me planteé demostrarme que era capaz de hacer esta aproximación íntegra y explicar mi vivencia. Y si tenía algún recelo era pensar que me costaría hacerlo.
- ¿Recuerdas cómo llegas a escribir tu relato: de un tirón, ¿poco a poco en diferentes días…?
F.C.- Como no soy de letras, evidentemente no me salió de un tirón... Había una parte inicial de introspección personal para llegar a saber qué era lo que quería transmitir; después vino una reflexión profunda sobre lo aprendido a lo largo de los años de diferentes lecturas, como los filósofos griegos y de experiencias vividas. Con todo esto llegué a definir lo que quería expresar con ese texto, teniendo en cuenta las experiencias que había vivido, primero con un ictus y después con el aneurisma, y que mi trabajo -era directivo de una empresa- , me gustaba mucho, pero a veces me acercaba bastante a límites demasiado perfeccionistas y de tener el control de la situación. No eres consciente de tu vida hasta que tienes un grave problema de salud. Entonces empiezas a tirar de tus experiencias, de lo que has aprendido en la vida o el “¡Conócete a ti mismo!” del Oráculo de Delfos y lo que decían los filósofos hace más de 2000 años… En momentos en que he estado en situaciones graves o con una inquietud importante he tenido tendencia a escribir, porque cuando estas situaciones se repetían podía encontrar en lo que había escrito cierta explicación a lo que me estaba volviendo a pasar. Evidentemente, no fue cuestión de 5 minutos, ni 5 horas, ni 5 días. Durante tres semanas cogía el relato; lo dejaba unos días; lo volvía a coger; se lo daba a leer a mi mujer, que me daba su punto de vista. Y dándole vueltas salió esa historia, que para mí supuso un reto.
- ¿Qué sensaciones tuviste al ver tu relato escrito en el libro?
F.C.- Los estadounidenses tienen tendencia a devolver a la sociedad una parte de lo que esta les ha dado, por ejemplo, mediante filantropía o la contribución a la comunidad. En Europa no tenemos esta concepción, puede que a causa de la presión fiscal más alta. Sin embargo, hay una parte emocional que no se puede devolver tan fácilmente y que las personas necesitamos. Son elementos de lenguaje no verbal que te hacen reflexionar. En este sentido, me di cuenta de que la gente del hospital me estaba dando una enorme empatía, y no solo hacia mí, sino hacia todos, y podían hacerlo porque la llevan en el alma. Creo que si no llevas esta empatía dentro, difícilmente puedes ser un buen médico, enfermera o cualquier otro profesional. La acogida humana que encontré aquí me dio muchos ánimos.
- ¿Crees que la escritura es una herramienta terapéutica importante?
F.C.- Lo es, de forma rotunda. Cuando cuentas una inquietud o das salida a una reflexión te sientes mejor, porque haces una catarsis, no con otra persona, sino con el papel que tienes delante. Además, cuando pasa el tiempo y vuelves a leer lo que escribiste, eres consciente de lo que pensabas en ese momento y te das cuenta del punto en el que estás ahora. Esta mañana he vuelto a leer el relato y todavía me resulta estremecedor, se me ponía la piel de gallina volviendo a recordar aquellos momentos. Carpe diem, tempus fugit, memento mori. La gente de mi alrededor me dice a veces que tengo muy presente la muerte. Quizá sea así, pero no porque le tenga miedo, sino porque es un hecho inevitable y la mayoría de nosotros no recordamos que somos personas con obsolescencia programada y posponemos momentos o gestos, palabras importantes pensando ya se lo diré, y nos estamos equivocando, porque quizá mañana no podremos decirlo. Depende de una variable que no controlamos nosotros. Soy muy consciente de que quiero morir joven, pero con 92 años, y por eso tengo la inquietud de seguir haciendo cosas, aprender y darle una cierta relatividad a las cosas, porque no podemos llevarnos nada más que las experiencias vividas y el cariño de la gente que nos ama.
- ¿Qué sensaciones tuviste al ver tu relato escrito en el libro?
F.C.- Había hecho dos libros ligados a mi época universitaria, pero no tuvieron el mismo impacto para mí, porque este era un relato que había hecho porque yo quería, no porque tuviera ninguna obligación de hacerlo. Supuso la satisfacción de hacer algo que hasta ahora no había hecho ¡me gustó mucho!
- ¿Escribes habitualmente?
F.C.- Había escrito antes, pero siempre para mí mismo. Ahora, sin embargo, lo hago menos, tal vez porque ahora hablo más con la gente de mi entorno, y lo que más hago ahora es explicar y hacer reflexionar a la gente sobre cosas que a mí antes no me hacían pensar y que de verdad son importantes. Aunque ahora no escriba tanto, pienso que me han pasado situaciones particulares que le han dado contenido a mi vida y por ese motivo llevo apuntadas en el teléfono 9 o 10 situaciones de este tipo que cualquier día pasarán al papel.
- Para terminar, ¿puedes recomendarnos un libro?
F.C.- Un libro que me ayudó mucho a reflexionar es Inteligencia emocional, de Daniel Goleman, para entender la sociedad y la gente que nos rodea. Otro, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey, que me ayudó a entender cosas que parecían fáciles de comprender, pero muy difíciles de aplicar. Y un tercero, El hombre en busca de sentido, de Victor E. Frankl, quien me dio el precepto de que solo partiendo de valorar las partes positivas de las situaciones puedes afrontar la vida de una forma más tranquila.