Con motivo del 50 aniversario del HUB, hemos iniciado una serie de entrevistas que nos permiten conocer mejor el hospital a través de sus personas. Conversaremos con profesionales que han sumado con su vocación, implicación y esfuerzo. Esta semana hablamos con el Dr. Joan Fabregat Prous, que después de cuarenta años en el Hospital de Bellvitge, se jubila a finales de julio.
Nacido en Guimerà (Lleida) en 1957, el Dr. Joan Fabregat ha desarrollado una prestigiosa carrera como cirujano en el Hospital Universitario de Bellvitge, centrada de forma destacada en la cirugía del área hepatobiliopancreática, así como una extensa actividad docente e investigadora. Ha sido jefe de sección del Servicio de Cirugía General y Digestiva del HUB y jefe de la Unidad de Trasplante Hepático, investigador principal del grupo de investigación en Patología Hepatobiliopancreática del IDIBELL. Entre otras distinciones, ha recibido el premio "Pere Virgili" de la Sociedad Catalana de Cirugía, institución de la que es miembro honorario.
- ¿De dónde le viene la vocación por la medicina y la cirugía?
Soy hijo de campesinos que emigraron a Barcelona hacia mediados de los años sesenta, sin precedentes universitarios familiares. Probablemente mi interés por las ciencias, los trabajos manuales y realizar un servicio social desembocó en la cirugía.
- ¿Dónde estudió? ¿Qué recuerda del ambiente universitario de aquellos años?
Estudié la carrera en el Hospital Clínic (Universitat de Barcelona), en aquella época había poco que elegir. Como no tenía precedentes médicos en mi entorno, pensé que debía espabilarme lo antes posible y, a partir del 4º curso de Medicina, empecé como alumno interno de cirugía para ir contactando con aquel campo que me interesaba. Por tanto, durante los últimos tres años de mi carrera además de estudiar, me pasaba unas seis horas en el Servicio de Cirugía colaborando con las tareas que le correspondían a un interno de cirugía, como hacer de "valva" en las intervenciones, suturar heridas en las guardias, ayudar al residente en la planta…
- ¿Qué es ser cirujano? ¿Cómo ha vivido su trabajo?
Ser cirujano, sin desmerecer a nadie, es algo muy importante y que te hace muy responsable. La cirugía implica que, después de un proceso diagnóstico, tengas que poner las manos y modificar el interior de los pacientes, con el fin de curarlos o aliviarlos de los males que sufren, así como tratar las complicaciones que pueden tener lugar tras la cirugía. He querido tener la menor incidencia de fracaso en los pacientes, pero esto no es posible, ya que una cosa es la intención y la otra, a veces, la cruda realidad. A mí particularmente los malos resultados me afectaban y el disgusto me duraba bastantes días, pero finalmente me recuperaba para continuar con mi trabajo. Con los años, he ido aprendiendo que la moral no puede bajarte cada vez que algún caso no va como tú querrías. Lo importante es hacer las cosas con mucha responsabilidad, profesionalidad y empatía hacia los pacientes.
- ¿Cuándo fue y qué recuerda de su incorporación al Hospital de Bellvitge?
Después del examen MIR de 1980, por algunas referencias directas y orales, ya que no existían las herramientas de información actuales, pude elegir y empezar mi residencia en 1981 en el Servicio de Cirugía General y Digestiva B, liderado por el Dr. Antoni Sitges Creus. Durante los tres años antes ya había estado en contacto con la cirugía como alumno interno en el Hospital Clínic, pero ya sólo la primera semana de mi residencia y en comparación con lo visto, me di cuenta de que mi elección había sido muy acertada. Esto me lo ha mostrado el transcurso de todos estos años. Nuestro servicio siempre ha tenido un elevado volumen de pacientes e intervenciones, unas guardias duras y exigentes. Pero, en mi entorno, el ambiente y las relaciones entre los diferentes estamentos han sido muy buenas, lo que ha hecho que el trabajo fuera menos pesado, porque me he sentido como si estuviese en casa.
- ¿Le viene a la cabeza algún mentor/a en especial?
Durante mi trayectoria profesional, estuve fuera del hospital durante tres años después de terminar la residencia. El Dr. Eduard Jaurrieta me dio la oportunidad de devolverme e incorporarme a la Unidad de Cirugía Hepatobiliopancreática y de Trasplante Hepático, de la cual él era el responsable. También han dejado huella en mi formación el Dr. Joan Figueras y el Dr. Antoni Rafecas, ambos ya jubilados. De todos ellos, y también de otros profesionales, he aprendido las cualidades necesarias para ser un buen cirujano.
- Desde el primer trasplante de hígado, en 1984, usted ha vivido en primera persona muchos avances en el HUB. ¿Cuál cree que ha sido el más esperanzador?
Creo que he de remarcar más de uno. En primer lugar, la mejora progresiva de los resultados, no sólo en supervivencia, sino también en calidad de vida de los enfermos trasplantados hepáticos: la supervivencia en la actualidad es superior al 80% a los 5 años y algunos de los pacientes sobrepasan los 85 años. La evolución de la cirugía hepatobiliopancreática, que básicamente he seguido desde sus inicios, ha permitido también una mejora en los resultados a corto y largo plazo, con diferencias según las diferentes patologías. En los últimos años, en el área de la hepatología, la aparición de los tratamientos antivirales ha dado una esperada solución a los enfermos infectados por el virus de la hepatitis C. La progresión de todos los servicios del hospital y la comunicación multidisciplinar en las distintas áreas han sido el motor de las mejoras diagnósticas-terapéuticas.
- ¿Se acuerda de alguna noche maratoniana en el quirófano?
La verdad es que he vivido bastantes noches y días maratonianos en el quirófano y me atrevería a decir que son incontables. Lo importante para que este trabajo no te supere es que lo hagas con bastante ilusión, con muchas ganas de que el paciente supere su enfermedad y sobre todo rodeado de un equipo con el que estás cómodo, que te ayuda y que te da fuerza ante las adversidades. Pero para conseguir esto es necesario que cuides al equipo y reconozcas su importancia en los logros conseguidos.
- La tasa de supervivencia también ha aumentado a lo largo de los años. ¿Qué ha aprendido de sus pacientes?
En el campo de mi súperespecialidad, en cada una de las diferentes patologías he visto una progresiva mejora en los resultados, tanto a corto como largo plazo. El volumen de enfermos que hemos ido tratando se incrementaba año tras año y la esencia aprendida de nuestros maestros, así como nuestro interés en ir mejorando, nos ha llevado a unos excelentes resultados. También ha sido muy importante el contacto diario con nuestros pacientes, compartiendo las penas y las alegrías que sucedían en cada caso particular. El hecho de que la mayoría de mis enfermos haya necesitado un control bastante largo ha condicionado que se hayan creado lazos casi de amistad en bastantes casos. Desde la perspectiva del paciente, para ser un buen cirujano, es crucial desarrollar tu capacidad de empatía para ayudarle desde el punto de vista emocional, aparte de tu capacidad profesional.
- ¿Cuáles son los retos de futuro de su especialidad?
La cirugía mínimamente invasiva, bien sea por la laparoscopia tradicional o por la vía robótica, todavía tiene bastante camino para ir mejorando y estableciendo sus indicaciones. Hay que avanzar en los distintos tratamientos adyuvantes a la cirugía para mejorar los resultados de la cirugía oncológica. En el campo del trasplante, es sumamente importante la inclusión de nuevas indicaciones que podrían ayudar a tratar patologías que hasta ahora no se habían considerado. A su vez, se incorporarán y consolidarán las nuevas técnicas de preservación o recuperación de injertos marginales con la aparición de las máquinas de perfusión a fin de aumentar el número de injertos válidos y reducir las listas de espera.
- ¿Qué deberían tener en cuenta las nuevas hornadas de cirujanos?
Mis maestros me transmitieron que la cirugía no es una especialidad puramente técnica o manual: también debíamos adquirir unos conocimientos médicos relacionados con el diagnóstico y tratamiento integral de nuestros pacientes. En este mundo actual tan tecnificado no debemos perder la parte más humanitaria de nuestra profesión, como hablar con los enfermos y sus familias, sobre todo mirándoles a los ojos, de tal modo que entiendan todos los procedimientos que se harán y transmitiéndoles que nosotros siempre estaremos con ellos.
- Ahora que el HUB cumple 50 años, ¿cómo ha visto evolucionar el hospital?
Conozco el Hospital de Bellvitge desde hace 41 años. Durante estos años he asistido a todos los cambios, no sin muchos esfuerzos por parte de todo el personal que se ha ido incorporando para que nuestro hospital no quedara atrás. He visto una gran progresión en todos los aspectos necesarios para alcanzar a día de hoy unos niveles de excelencia y reconocimiento en muchas áreas.
- ¿Qué representa para usted el “orgullo Bellvitge”?
Yo hace ya muchos años hablaba, a menudo, de la "marca Bellvitge" porque notaba algo diferente que me rodeaba y me hacía sentir muy a gusto en mi entorno hospitalario. Hay mucho compañerismo entre los trabajadores del hospital, un espíritu de superación y de servicio constante. Cuando pasaba visita, notaba el agradecimiento de los enfermos y sus familias. Sentimos el hospital como nuestra casa. Estaré siempre muy orgulloso de esa marca.
- ¿Hay algo que quisiera añadir?
Quisiera agradecer su colaboración y amistad a todos los compañeros de todos los estamentos con los que he trabajado. Han hecho que un trabajo a veces muy duro física y psicológicamente se convirtiera en una labor más confortable. De forma muy particular, a todos aquellos con los que he colaborado estrechamente, les agradezco el apoyo que siempre me han dado, no sólo en lo profesional sino también en lo personal.