Siempre he tenido buena salud, pero en los últimos tres años he pasado muchas veces por los hospitales. Siempre lo había vivido como acompañante y nunca, por suerte, como paciente, ya que cuando yo tenía 16 años mi madre enfermó de cáncer, y pasé muchas horas en hospitales. Aunque tengo que dar gracias que lleva 26 años muy delicada de salud, pero puedo seguir disfrutando de su compañía.
Cuando estuve en el hospital la primera vez en Bellvitge, fui de urgencias yo sola, me encontraba muy cansada y con un pequeño dolor en el pecho, me mandaron desde el ambulatorio para hacerme una radiografía y después de varias horas me estaban operando de un neumotórax bilateral.
Mi situación era complicada porque estoy separada y tenía una niña de 9 años y un niño de 12, mi madre delicada y mi padre que se tiene que multiplicar para atendernos a todos. Aunque tenemos muchas amistades, no tenemos más familia aquí, toda es de León.
En el momento de la operación me encontraba sola, ya que era la hora de la cena y preferí que mis padres atendieran a los niños.
Las enfermeras entraban y salían para controlarme las constantes, para ir preparando la intervención y muchas de ellas me preguntaban si necesitaba que llamaran a alguien. En parte me sentía sola, pero si lo pensabas fríamente no estaba sola, se portaron tan bien conmigo que parecía una noche de chicas, donde había risas y mucho cariño, me sentí tan bien que las operaciones pasaron como a un segundo plano, era lo de menos de estar allí.
Esto pasó un lunes y el viernes ya estaba en casa, con los míos.
Este año ya llevo tres neumotórax y una operación programada de talcaje, y las experiencias en el hospital son excelentes, aunque nadie va por gusto creo que siempre se puede sacar algo positivo de todas las situaciones.
En una ocasión, esperando a la operación para poner el drenaje, aparecieron varias enfermeras a preguntarme si podían auscultarme, ya que estaban en prácticas y siempre escuchaban pulmones sanos. Se reían cuando les dije que podían venir todas y practicar que yo me dejaba, total, no tenía nada mejor que hacer.
Ver el tipo de profesionales que hay en todo el hospital, por ejemplo, en urgencias todas van corriendo y te atienden súper bien, pero no tienen tiempo casi, ni de mirarte a la cara, son muy pocas las que, aun habiendo ido muchas veces, se acuerdan de tu cara. En cambio en planta tienen mucho trabajo también, pero es diferente, hay más tranquilidad, te alegran el día cuando alguna te dice "yo a ti te conozco", te sientes en familia cuando entran en la habitación y te cuentan alguna anécdota, o te preguntan por tu vida mientras te están haciendo la cura o te cambian la cama.
Pero como en todos los sitios, no todo el personal es igual de simpático ni atento. En una ocasión le pregunté a una enfermera si no podían apuntar el grado de credibilidad de los pacientes, hubo una vez que necesitaba morfina porque tenía el tubo clavado en la costilla y a cada enfermera que se lo pedía le tenía que argumentar porque la quería, me acabaron tratando de yonqui por pedir tanta y yo siempre les decía que cuando me quitaran el tubo no pediría más, y por suerte fue así.
Otra cosa que también mejoraría en los hospitales sería poder valorar a todos los profesionales, desde médicos a las auxiliares. No encontré, aunque tuve muchas horas, cómo se puede premiar a los profesionales que te escuchan, te atienden con cariño e intentan solucionar cualquier problema que te surja. Casi todas las enfermeras son amables y atentas, pero hay algunas que te iluminan la habitación al entrar, y realmente eso es lo que ayuda a olvidarte de que estás lejos de tu casa y de tu familia. Solo conocí a tres enfermeros a lo largo de todas las estancias y tengo que decir que a cuál mejor que el anterior.
La iniciativa de escribir un relato de tu experiencia en el hospital me parece muy buena, creo que tendrían que hacer más "actividades" dirigidas a los pacientes.
En la última operación pude salir de la habitación para dar paseos, las veces anteriores el drenaje lo tenía conectado al aspirador de la habitación y el tubo solo me llegaba al baño.
En los paseos me di cuenta que la gente se aburre, había una mujer que le preguntaba a todos los que pasábamos de qué nos habían operado, cuánto tiempo llevábamos en el hospital y mil preguntas más… pobre mujer, lo que se llegaba a aburrir, ya conocía a casi todo el mundo y, con su vitalidad, estar en una habitación se le hacía pesado.
Y qué decir de las "vecinas", yo por suerte siempre me ha tocado buena gente, te intentan ayudar, aunque no puedes hacer mucho, pero te cuentan cada historia que a veces pienso que es surrealista.
Un día, estando en urgencias, cuando me quedé sola, la acompañante estuvo más pendiente de mí que de su marido, le sabía mal que estuviera sola, no entendía cómo podía estar tan tranquila estando sola y por todo lo que estaba pasando, la verdad es que no me canso de decir que es un lujo coincidir con todas las personas que me he encontrado. Con esa familia llegamos a la conclusión que las personas que enferman son las más buenas, así que, aunque no es justo, es bonito compartir esos momentos con gente buena.
Los mejores amigos se hacen en el hospital o en la cárcel y, por supuesto, prefiero un hospital.
Si alguien me preguntara qué prefieres ser paciente o acompañante, casi prefiero ser paciente, se sufre menos. Aunque parece que la persona que está en una cama de hospital lo pasa muy mal, yo no lo veo así, es como estar en un hotel, te lo hacen todo, te sirven, y si tienes dolor te dan calmantes, lo tienes todo hecho sin hacer nada, y siempre tienes gente alrededor que están pendientes de ti.
En cambio, los acompañantes sí lo pasan mal, una, porque te ven sufrir y piensan que estás mal, quieren estar contigo, pero tienen muchas obligaciones fuera del hospital y no llegan a todo, por no hablar si tienen que quedarse a dormir en esos butacones que te dejan la espalda destrozada, y pasan el tiempo que tú estás ingresada comiendo tarde, mal y nunca. Pero no sé por qué se empeñan los pacientes en hacerse las víctimas, sin pensar en los familiares que están pendientes de ellos las 24 horas.
Yolanda Garmón Simón